27 de abril de 2021

LA LITERATURA EN TIEMPOS DE PESTE. Alumna: Andrea Rossi. 6°H2 Liceo 2 Carmelo Miguel Banchero Noaín.

                                              LA LITERATURA EN TIEMPOS DE PESTE

En la actualidad el mundo se encuentra atravesando una época de crisis a causa del COVID-19 una pandemia muy difícil de enfrentar y controlar, todos los países del mundo se están viendo afectados por la misma, no de igual manera o intensidad debido a que en algunos de ellos pueda suceder que no presenten una gran cantidad de casos contagiados, pero de igual manera se verán afectados en otros aspectos, teniendo en cuenta que en estos tiempos todos nos encontramos interconectados y lo que suceda en algún país de una manera u otra va a repercutir en otros. Más allá de lo dicho anteriormente nos encontramos en una época de crisis muy importante en la que todo y todos nos estamos viendo afectados sin importar quienes somos, nuestra clase social, raza o situación económica ya que eso en estos momentos no es algo que te pueda salvar por así decirlo. No solo nos vemos afectados por el simple hecho de contagiarse o no, sino que esta situación nos hizo cambiar en muchos aspectos de un momento a otro inesperadamente, perdimos la relación personal con los demás que es de mucha importancia en la vida del ser humano, las personas tuvieron que dejar de trabajar lo que provocó que muchas de ellas no tuvieran ni para comer teniendo que enfrentarse a ello de alguna manera, algunas industrias debieron cerrar a causa de la falta de consumo a sus productos, estas son otras situaciones en la que también nos vimos afectados. Nuestra “normalidad” cambió teniendo que dejar de hacer cosas que para nosotros eran muy común y necesarias como la idea de concurrir a un teatro a presenciar obras, por ejemplo.

     En este tiempo de pandemia es donde vemos muy involucrada a la ciencia, la tecnología y las nuevas innovaciones a quienes se les da una gran importancia debido a que son de ayuda en la investigación y conocimiento sobre el virus que nos rodea, ayudando de esta manera a la creación de medidas para poder protegernos. No solo las ciencias experimentales ayudan en esta situación, sino que las artes también lo hacen, pero en diferentes maneras, la literatura, por ejemplo, sirve más de ayuda personal porque muchas personas que se encuentran en aislamiento buscan distracciones para poder despejar un rato la mente de la realidad, por lo que hay quienes deciden hacerlo por medio de la escritura o la lectura. Los escritores se encargan de observar y redactar todo lo que pueda llevar a notar, transmitiendo de forma escrita una mirada externa de la situación que se vive en la que se pueden ver los cambios que comienzan a ocurrir en la sociedad, las diferentes reacciones de las personas y se enfrentan al problema. Dentro de ellos podemos destacar a Albert Camus (1913-1960) fue un profesor de filosofía nacido en Argelia, se considera que para él el hecho de escribir novelas no es algo que lo defina y que sea realizado simplemente con el habitual ánimo de narrar, sino que lo hace con la intención de poder expresarse provocando que quienes lo lean puedan enterarse de su sentir ante la situación de la que se habla, como sucede en una de sus novelas llamada “La Peste” en la que se trata la situación que les tocó atravesar a los habitantes de una ciudad ubicada en la costa argelina, ante la aparición de una peste desconocida para todos que provocó muchos cambios de manera inesperada donde tuvieron que despertar una humanidad con los demás que antes no tenían. El primer fragmento “Los curiosos acontecimientos que constituyen el tema de esta crónica se produjeron en el año 194... en Oran. Para la generalidad resultaron enteramente fuera de lugar y un poco aparte de lo cotidiano. A primera vista Oran es, en efecto, una ciudad como cualquier otra, una prefectura francesa en la costa argelina y nada más.

     La ciudad, en sí misma, hay que confesarlo, es fea. Su aspecto es tranquilo y se necesita cierto tiempo para percibir lo que la hace diferente de las otras ciudades comerciales de cualquier latitud. ¿Cómo sugerir, por ejemplo, una ciudad sin palomas, sin árboles y sin jardines, donde no puede haber aleteos ni susurros de hojas, un lugar neutro, en una palabra? El cambio de las estaciones se puede notar en el cielo. La primavera se anuncia únicamente por la calidad del aire o por los cestos de flores que traen a vender los muchachos de los alrededores; una primavera que venden en los mercados. Durante el verano el sol abrasa las casas resecas y cubre los muros con una ceniza gris; se llega a no poder vivir más que a la sombra de las persianas cerradas. En otoño, en cambio, un diluvio de barro. Los días buenos sólo llegan en el invierno.

     El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere. En nuestra ciudad, por efecto del clima, todo ello se hace igual, con el mismo aire frenético y ausente. Es decir, que se aburre uno y se dedica a adquirir hábitos. Nuestros conciudadanos trabajan mucho, pero siempre para enriquecerse. Se interesan sobre todo por el comercio, y se ocupan principalmente, según propia expresión, de hacer negocios. Naturalmente, también les gustan las expansiones simples: las mujeres, el cine y los baños de mar. Pero, muy sensatamente, reservan los placeres para el sábado después de mediodía y el domingo, procurando los otros días de la semana hacer mucho dinero. Por las tardes, cuando dejan sus despachos, se reúnen a una hora fija en los cafés, se pasean por un determinado bulevar o se asoman al balcón. Los deseos de la gente joven son violentos y breves, mientras que los vicios de los mayores no exceden de las francachelas, los banquetes de camaradería y los círculos donde se juega fuerte al azar de las cartas.

     Se dirá, sin duda, que nada de esto es particular de nuestra ciudad y que, en suma, todos nuestros contemporáneos son así. Sin duda, nada es más natural hoy día que ver a las gentes trabajar de la mañana a la noche y en seguida elegir, entre el café, el juego y la charla, el modo de perder el tiempo que les queda por vivir. Pero hay ciudades y países donde las gentes tienen, de cuando en cuando, la sospecha de que existe otra cosa. En general, esto no hace cambiar sus vidas, pero al menos han tenido la sospecha y eso es su ganancia. Oran, por el contrario, es en apariencia una ciudad sin ninguna sospecha, es decir, una ciudad enteramente moderna. Por lo tanto, no es necesario especificar la manera de amar que se estila. Los hombres y mujeres o bien se devoran rápidamente en eso que se llama el acto del amor, o bien se crean el compromiso de una larga costumbre a dúo. Entre estos dos extremos no hay término medio. Eso tampoco es original. En Oran, como en otras partes, por falta de tiempo y de reflexión, se ve uno obligado a amar sin darse cuenta.” Comienza con una frase muy importante “Los curiosos acontecimientos que constituyen el tema de esta crónica se produjeron en el año 194... en Oran” debido a que cumple el rol de ser la disparadora de toda la novela a continuación, al decir “curiosos acontecimientos” se está queriendo referir a la peste, dice curioso con la intención de dar a entender que era algo muy desconocido para todos. El narrador intenta desde el principio comenzar a contar la situación con objetividad por lo que se refiere a la novela como una crónica queriendo hacer que parezca más real. Al continuar la lectura nos vamos dando cuenta de cómo se comienza a describir la ciudad de Oran en muchos aspectos, tomando en cuenta que según Camus para conocer una ciudad hay que conocer cómo se trabaja, ama y muere en ella, por eso es que describe la manera en la que viven, cuenta que allí se trabaja todos los días de la semana dejando los placeres sólo para los fines de semana, sus intereses solo se enfocan en enriquecerse, trabajar y obtener dinero por lo que viven de manera rápida, momentánea, sin detenerse en momentos de la vida para disfrutarlos como comúnmente se hace, sino que para ellos es perder el tiempo. Los jóvenes aman rápido y sin darse cuenta, los más viejos dejan su tiempo libre para juegos, pero no es que disfruten de hacerlo, sino que lo consideran como una manera de no perder el tiempo ya que creen que todo lo que se hace luego del trabajo es para no perder el tiempo porque su único tiempo no perdido es cuando trabajan ya que allí están sus intereses.

     No solo en la antigüedad podemos apreciar a escritores tratando temas sobre pestes y pandemias en los que intentan expresar el sentir sobre la situación, sino que podemos encontrarnos con Fernanda Trías una escritora uruguaya radicada en Bogotá quién es la autora de la novela llamada Mugre Rosa publicada en 2019, en ella se cuenta la situación que tiene que atravesar una mujer que se encuentra viviendo en una ciudad totalmente gris en la que se presenta una peste desconocida de la que nadie sabe nada, ella mantiene un vínculo especial con un niño con la enfermedad de Prader-Will de quién se debe hacer cargo, ambos deben encerrarse a causa de que el aire afuera está contaminado y ven como hay gente que no lo hace sin importar el peligro. Todo comienza a empeorar, se pierden los vínculos afectivos, se siente la soledad, la gente comienza a pasar mal hasta llegar a un punto en el que lo único que se tiene para comer es una pasta rosa. Se podría considerar como una novela premonitoria debido a que podría tomarse como un adelanto a la pandemia que comenzó en nuestro país meses más tarde, muchos aspectos que allí se relatan coinciden totalmente con nuestra manera de vivir en la actualidad. Comienza la novela describiendo el paisaje durante todo su fragmento inicial “Los días de niebla el puerto se convertía en un pantano. Una sombra cruzaba la plaza, vadeando entre los árboles, y al tocar cualquier cosa iba dejando las marcas alargadas de sus dedos. Bajo la superficie intacta, un moho silencioso hendía la madera; la herrumbre perforaba los metales. Todo se pudría, también nosotros. Si Mauro no estaba conmigo, los días de niebla salía a dar vueltas sola por el barrio. Me dejaba guiar por el cartel luminoso del hotel que titilaba a lo lejos: HOTE A ACIO. Seguían faltando las mismas letras, aunque ya no fuera un hotel sino otro de los tantos edificios ocupados en la ciudad. ¿En qué día estoy pensando?

     Todavía me parece oír el ruido del neón —-su vibración eléctrica—- y el falso circuito de otra letra a punto de apagarse. Los ocupantes del hotel lo dejaban prendido no por desidia, tampoco por nostalgia, sino para recordar que estaban vivos. Aún podían hacer caprichoso, meramente estético, aún podían modificar el paisaje.”

     En el primer fragmento del capítulo II “Los pocos taxis que circulaban por la rambla avanzaban lento, con las ventanillas cerradas. Iban a la pesca de alguna urgencia, algún desgraciado que colapsara en plena calle y al que deberían dejar en la puerta del Clínicas. Valía la pena el riesgo. Salud Pública pagaba el viaje y la tarifa de insalubre. Le hice señas a uno que me tocó bocina antes de seguir de largo. Me saqué la mochila de la espalda y la apoyé en el suelo. Iba llena de libros. La epidemia nos había devuelto lo que años atrás parecía irreversible: un país de lectores, sepultado lejos del mar, los ricos en sus estancias o casonas sobre las colinas, los pobres desbordando las ciudades del interior, aquellas mismas de las que antes nos burlábamos por vacías, escasas, obtusas. Dos taxis más siguieron de largo antes de tener suerte.

     Ni bien el taxista me saludó, reconocí su tipo. Era de los que se creían dueños de una verdad profunda, la verdad de la calle.

— Con esa mochila vas llamando la atención —dijo.

— No van a encontrar gran cosa.

     Acomodé la mochila en el asiento y le di la dirección de mi madre. Por la ventanilla vi el templo masón, al otro lado de la rambla, diluido tras el telón mugriento de la niebla.

— Los Pozos. ¿Vivís ahí?

— Voy a ver a alguien.

     Él se jactó de conocer bien el barrio. Había pasado su infancia en la zona, en casa de su abuela. Yo le dije que también, aunque no fuera verdad. Después de la evacuación, mi madre decidió mudarse a una de las casonas abandonadas de Los Pozos. Los dueños las alquilaban por chirolas con tal de mantenerlas vivas, con ese orgullo de la aristocracia venida a menos. Querían los jardines pulcros, las ventanas sin tapiar, las habitaciones libres de linyeras. Ese pasado glorioso era lo que le daba seguridad a mi madre, no la distancia que había puesto entre las algas y ella. Mi madre tenía una confianza ciega en los materiales nobles y tal vez haya pensado que la contaminación no podría atravesar una buena pared, ancha y silenciosa, un techo bien construido, sin grietas por las que se colara el viento. Las aguas del riachuelo estaban menos contaminadas que las de la rambla, pero un olor pestilente, mezcla de basura, limo y químicos, inundaba el barrio.

Justo en la esquina, unos metros antes de llegar, alguien revolvía dentro de un contenedor de basura.

— ¿Ves? Esos son los que después nos roban —dijo el taxista —. No le tienen miedo al viento rojo ni a su roja madre.

     Las piernas del hombre se agitaban como las patas de un insecto para mantener el equilibrio y no caer de cabeza en la basura. La niebla tampoco se diluía en Los Pozos. Al contrario, al resguardo del viento, se empantanaba más. Las nubes parecían fabricarse ahí, exhaladas por la tierra, y la humedad se sentía en la cara, lenta y fría como la baba de un caracol.

— ¿Sabes cómo les digo yo a los que viven acá? —dijo el taxista.

— ¿Cómo?

— Los nifunifá. Ni tan locos ni tan cuerdos —se rio—.

     Decime si no tengo razón.” Nos encontramos con el relato de cómo las personas reaccionan ante la situación, los taxis avanzaban lento con las ventanillas cerradas, no recogían a cualquier persona, quizás por miedo, pero al decir “Iban a la pesca de alguna urgencia, algún desagraciado que colapsara en plena calle y al que deberían dejar en la puerta del Clínicas” nos podemos dar cuenta de cómo a pesar del miedo que tenían a la peste no dejaban de ayudar a los más necesitados. A su vez nos da idea de que la pandemia a pesar de tener aspectos negativos devolvió cosas que parecían irreversibles como volver a leer un libro o simplemente el hecho de tener un poco de humanidad y empatía con los demás, pero aún otras continuaban como la manía de criticar al otro sin conocer, solo por su apariencia, esto podemos notarlo cuando se habla de alguien que se encontraba revolviendo la basura a lo que el taxista comenta que esos son los que luego roban, sin ponerse a pensar en la situación que vivían, en medio de una peste desconocida a la que estaban todos sometidos y siendo afectados, esa persona no tenía otra cosa para comer por lo que tuvo que salir a buscar de esa manera sin quedarle otra alternativa ya que en esa situación donde salir es un riesgo, muchos no saldrían si no fuera por necesidad. En reiteradas ocasiones se menciona la niebla a la que se describe como mugrienta y húmeda, de esta manera nos hace sentir, por así decirlo, la sensación que ellos sentían al tener que salir a una ciudad completamente repleta de niebla con nombradas características, nadie querría salir a sentir que algo mugriento y húmedo te rozaba el cuerpo de manera que parecía baba de caracol. Podemos darnos cuenta cuando se nombra la palabra “evacuación” que la situación que se encontraban atravesando no era para nada fácil, sino que estaba siendo de gravedad teniendo que llegar al punto de evacuar personas de su hogar, quienes de manera obligada debían dejarlo e ir a instalarse en otro, esto, en caso de tener la posibilidad de poder encontrar uno que se adecuara a la situación de la persona, permitiéndole abastecer los gastos que conlleva. Lo dicho anteriormente se puede notar cuando en el fragmento se dice “Después de la evacuación, mi madre decidió mudarse a una de las casonas abandonadas de Los Pozos. Los dueños las alquilaban por chirolas..”. Para finalizar desde mi punto de vista personal, puedo interpretar que este fragmento elegido me transportó mucho a la situación en la que actualmente vivimos, debido a que en él se plantean situaciones que se están volviendo muy comunes, como lo es la falta de recursos que están teniendo muchas personas que quizás perdieron su trabajo a causa de la pandemia y junto a ello sus ingresos, por lo que en muchas ocasiones tienen la necesidad de salir a buscar comida en los tachos de basura porque no les queda otra opción más que esa para poder al menos comer un pedacito de algo una vez al día. A su vez esto no fue lo único que me trajo a la actualidad, sino que también al leer que la pandemia les había devuelto lo que años atrás parecía irreversible como la lectura, hizo darme cuenta que es algo que actualmente volvió a suceder, muchas personas que se encuentran en aislamiento se apoyan mucho en la lectura para poder distraerse

                                                                             ANDREA ROSSI.

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