8 de junio de 2021

"La peste" de Albert Camus leída en nuestros días. Sofía Iraeta. 6° Social Económico. Liceo 2 Carmelo.

                                                              MÓDULO INTRODUCTORIO. 

                                                       

                                         “LA PESTE” LEÍDA HOY EN DÍA  Albert Camus(1947)

                                                                                                               Sofía Iraeta. 6 SE

      Las epidemias siempre han acompañado al ser humano desde tiempos inmemoriales; como ocurrió con la peste de Justiniano, la peste negra, la viruela, la gripe española o la cólera, entre otras llega a nuestros días el coronavirus, imponiendo en las personas el típico miedo, como se generó con otras enfermedades anteriores. Tal vez el contexto de las sociedades mismas enfrentándose a un peligro que puede ser mortal, sea propicio para narrar en un relato, y como han hecho muchos escritores a lo largo de los años, Albert Camus ,novelista, periodista y filósofo francés revivió en 1947, el terrible suceso de la peste bubónica en una de las obras más importantes de la literatura francesa; La Peste. En tanto en la ciudad de Orán en Argelia los ciudadanos  llevan una vida enfocada en el trabajo, sin atención de aspectos como el amor y la familia, la peste da sus primeros pasos instalándose sigilosa, entre el escepticismo de algunos y el miedo de otros. Las personas deberán a partir de aquel momento enfrentar una nueva etapa de sus vidas, ahora acompañada por el riesgo mortal de la peste bubónica. La situación por la que se transcurre hoy en día, provocó que se volviese a revivir la trágica historia que el escritor narró (como una crónica), y que en cierto sentido produce un acercamiento hacia la situación de cada uno de nosotros, con relación al héroe mortal, sencillo y cotidiano del doctor Rieux. 

      Antes de comenzar un análisis y reflexión de la obra en su totalidad, se debe citar un fragmento que funcionará como guía y base para la realización del trabajo. “Desde este punto de vista, todos llegaron a vivir la ley de la peste, más eficaz cuanto más mediocre. Ni uno entre nosotros tenía grandes sentimientos. Pero todos experimentaban sentimientos monótonos. Ya es hora de que esto termine", decían, porque en tiempo de peste es normal buscar el fin del sufrimiento colectivo y porque, de hecho, deseaban que terminase. Pero todo se decía sin el ardor ni la actitud de los primeros tiempos, se decía sólo con las pocas razones que nos quedaban todavía claras y que eran muy pobres. Al grande y furioso impulso de las primeras semanas había sucedido un decaimiento que hubiera sido erróneo tomar por resignación, pero que no dejaba de ser una especie de consentimiento provisional. Nuestros conciudadanos se habían puesto al compás de la peste, se habían adaptado, como se dice, porque no había medio de hacer otra cosa. Todavía tenían la actitud que se tiene ante la desgracia o el sufrimiento, pero ya no eran para ellos punzantes. El doctor Rieux consideraba que, justamente, esto era un desastre, porque el hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma. Antes, los separados no eran tan infelices porque en su sufrimiento había un fuego que ahora ya se había extinguido. el presente, se les veía en las esquinas, en los cafés o en casa de los amigos, plácidos y distraídos, con miradas tan llenas de tedio que, por culpa de ellos, toda la ciudad parecía una sala de espera. Los que tenían un oficio cumplían con él en el estilo mismo de la peste: meticulosamente y sin brillo. Todo el mundo era modesto. Por primera vez los separados hablaban del ausente sin escrúpulos, no tenían inconvenientes en emplear el lenguaje de todos, en considerar su separación enfocándola como a las estadísticas de la epidemia. Hasta allí habían hurtado furiosamente su sufrimiento a la desgracia colectiva, pero ahora aceptaban la confusión. Sin memoria y sin esperanza, vivían instalados en el presente. "A decir verdad, todo se volvía presente. La peste había quitado a todos la posibilidad de amor e incluso de amistad. Pues el amor exige un poco de porvenir y para nosotros no había ya más que instantes”. 

     La obra comienza cada uno de sus capítulos con una descripción acerca del contexto en la ciudad, ya sea situación social, con pequeñas dosis de referencias económicas o políticas; o bien, con la mención de la situación climática. Por otro lado, el escritor (o visto desde en interior del texto, el narrador en primera persona), se centra mucho en los sentimientos y actuación de las personas, tanto antes de la llegada de la peste, o bien cuando florece la epidemia de la peste negra. Y debe destacarse que estas descripciones, tan bien construidas tanto cuando se mencionan en un grupo, como a los personajes secundarios y al propio protagonista, son verdaderamente realistas y satisfacen la actitud de cada personaje, otorgándoles personalidades únicas, que atraen al lector. Además, los hechos que transcurren en el día a día de dichos personajes, son entendibles y al ser simples y cotidianos, producen un acercamiento que desemboca en la empatía de quien lo lee. Aunque no se puede comparar la actitud social de la ciudad en la que habitamos, con la de Orán, ya que difieren en el sentido de la ambición y esfuerzo que a cada ciudadano impregna, si se puede apreciar un parecido preciso en la actitud que las personas toman al conocer la llegada de la peste. 

     He aquí la razón por la que este fragmento del tercer capítulo fue escogido. Tal vez la particularidad más grande de esta obra, y sea, por otra parte, la razón por la que vuelve a ser revendida en estos momentos, es el gran parecido que se extiende al enfocarse en la reacción de los ciudadanos ante una enfermedad mortal. La actitud de los pobladores; indiferente y hasta egoístas, es un increíble acierto a la realidad. La monotonía del relato acompaña la propia de los ciudadanos de Orán. Al principio, se narra cómo un miedo terrible los atañe(miedo que no dejan entrever), más precisamente a los familiares de los enfermos y hasta a los enfermos mismos, y provoca que sus sentimientos sean muy fuertes y vívidos. Pero a lo largo del relato, y más preciso en el fragmento citado, dichos sentimientos se apagan y provocan un vacío rutinario y cansador. Esta situación se puede apreciar a grandes rasgos con la llegada del virus a nuestra ciudad, la cuál en su mayoría ha optado por resignarse a fuerza de costumbre. Como bien el narrador explica, los deseos se vuelven vagos y lejanos. Ya no existe esa creencia ilusa de que la peste se retirará y todo volverá a la normalidad, y en cambio, todo lo llena un ambiente de pesadez; ahora se ve a la enfermedad tal y cuál es, no en base a los ojos del espíritu humano cargado de esperanza, sino por medio del cansancio. La costumbre acentúa la realidad, fuerte y provocadora, pero que ya no genera ninguna reacción en los ciudadanos. La muerte es vista como un hecho natural, acentuando su carácter repetitivo en la vida diaria , y esto provoca una infelicidad para la que no hay manera de apaciguarla. Como bien dice el narrador “...el hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma”. Una frase que resume aquella nueva etapa del ser humano. Ahora la muerte no se presiente como antes. No es un hecho irreal, sino demasiado común para una ciudad. Como se la ve todos los días, ese hueco egoísta que alimentaba el ser humano con la pérdida de un ser querido era ahora llenado con la desgracia colectiva “Pues el amor exige un poco de porvenir y para nosotros no había ya más que instantes.” Así, sentimientos como el cariño y el amor al prójimo eran dejados de lado por completo, a falta de planes futuros. Si bien en el libro este escenario catastrófico provocó la escasez de pasiones en las personas, no se puede identificar en su totalidad con nuestra ciudad, ya que por razones diversas, tal como la lucha continua de la medicina para evitar muertes, se pudo detener el impacto mortal de la pandemia. Las muertes no fueron tantas en nuestra ciudad(comparada con Orán), pero sí las suficientes para hacernos reflexionar acerca del valor de la vida misma y la de los demás. El anterior sentimiento, es muy similar al que experimenta el doctor Rieux al ver morir a tantos niños y adultos agonizando; al ver lo peor, está preparado para casi lo que sea que deba enfrentarse, pero aún así, no significa que no le importase la vida de sus compañeros que fueron fieles en su lucha contra la enfermedad, como es el caso del padre Paneloux y de Torreu. Los valientes que murieron por la causa justa de ayudar a los demás son recordados siempre, aunque al final del libro, el único que parece conservar por siempre ese mismo recuerdo de sus amigos es el doctor Rieux.

 Es realmente increíble cómo Camus supo comprender las actitudes personales y sociales de los habitantes de una ciudad donde se encuentran atrapados, mientras una enfermedad circula libremente. La magnificencia del relato, la naturalidad y comprensión, la forma de expresar los sentimientos y los cambios que se producen de ellos en cada persona son determinantes en la transmisión de sentimientos al lector. Albert Camus supo cómo mantener pendiente a su lector, no solo por la acción que incumbe al doctor Rieux y a los demás personajes, sino también por la empatía que produce el relato en cada uno. Principalmente hoy en día, es muy complicado no sentirse identificado con la evolución de la actitud de los personajes, y a mi parecer, es lo que permite a la obra cobrar valor  en la memoria de quiénes la leen, y reflexionar acerca de, en su mayoría, las actitudes humanas ante una situación de riesgo mortal.