29 de noviembre de 2015

RODOLFO FOGWILL. GIMENA GONZALEZ IRURUETA.














Tan directo, sin pudor, tan 

Fogwill. 
                                         
                                                                                Gimena González Irurueta
Provocador, mordaz y delirante, Rodolfo Fogwill.
Roldolfo Enrique Fogwill, sociólogo y escritor argentino, nace en 1941 en la ciudad de Quilmes, provincia de Buenos Aires. Viviendo hasta los 69 años, ya que un enfisema pulmonar provocado por todos sus años de fumar tabaco, lo hace terminar con su vida en el Hospital Italiano (ciudad de Buenos Aires, 2010). Egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde ejerció como docente y profesor titular. Contemporáneo de grandes “monstruos” como Borges o Cortázar. Autor de poemas, cuentos y novelas. Entre sus obras más conocidas se encuentras la novela Los pichiciegos (1983) considerada la mejor novela sobre la Guerra de las Malvinas, Vivir afuera (1998) con la cual consiguió el Nacional de Literatura en 2004, La experiencia sensible (2001), En otro orden de cosas (1998), Urbana(2003) y Un guión para Artkino(2008); de los libros de poemas Partes del todo(1991), Lo dado(2001), Canción de paz(2003) y Últimos movimientos (2004); y de los volúmenes de relatos llamados cuentos completos, Ejércitos imaginarios(1983), Pájaros de la cabeza(1985), Restos diurnos(1993), Muchacha Punk(1998). Sus ensayos e intervenciones de prensa fueron compilados en Los libros de la guerra (2008). Su obra narrativa fue traducida al alemán, hebreo, francés, inglés, portugués y chino mandarín, lo que refleja la gran trascendencia de sus obras. En 2003 obtuvo la beca Guggenheim y en 2004 el Premio Nacional de Literatura. Fue columnista especializado en temas de comunicación, literatura y política cultural.
Al igual que otros escritores, Fogwill, fue más conocido luego de su muerte. De todas maneras, algunos no entienden por qué su obra no trascendió aún más. Y desde mi punto de vista, tiene todos los “requisitos” para entrar en el canon literario, es realmente merecedor, se verá luego que pasen algunos años, y Fogwill siga siendo leído, por sus características tan propias, por su sinceridad, por su buena literatura.
Tan directo, sin pudor, tan Fogwill...
Uno de los escritores más importantes de la literatura argentina contemporánea. Disparaba veneno a los cuatro vientos y no dejaba títere con cabeza. Tanto es así que, días antes de morir por culpa de un enfisema pulmonar en 2010, nadie se atrevió a pasar el mal trago de entrevistarle a su paso por el Festival Eñe de Montevideo. Una máquina de generar incomodidades, no se callaba nada, una voz en estado de guerra, alguien rebelde al que todos temían cruzar, porque si algo fallaba, Fogwill estaba pronto para hacerlo notar y pasar a líneas.
Sin embargo, un periodista sí se animó, Gustavo Mota, quien vino directo de Madrid para entrevistarlo a él, a Fogwill, únicamente para eso (lo que nos da a pensar, qué poder tenía la escritura de Fogwill, su particular personalidad). El escritor maldito no se lo puso fácil. Tres días anduvo Mota con Fogwill aguantando sus gritos y ataques hasta que, superada la prueba, surgió una complicidad paterno-filial que desembocó en una enriquecedora entrevista.
La irreverencia en su escritura, criticando irónica y malintencionadamente con su pluma mordaz, que le permite, a pesar del paso del tiempo, permanecer vigente, presentando así, una intuición al margen de modas efímeras. “…deja como legado una veintena de títulos que atraviesan todos los géneros pero que mantienen como marca distintiva el sentido del humor y una prosa vertiginosa cargada de referentes que funcionan para enriquecer lo que se narra y al mismo tiempo reflejar la época en que fueron escritas.”. Famoso por cierta gestualidad calculadamente excéntrica y por sus latigazos provocativos, sobre todo hacia el gobierno, del cual no le importaba que le dijeran luego, o que pasaría. La provocación era su método para llegar a la verdad.
Un escritor valiente, un escritor trasgresor, quien trata temas tabúes con verdadera naturalidad, con lo que consigue generar una plena sensación de libertad en sus lectores (digo en sus, ya que Fogwill no es para cualquier lector, él elige sus lectores). Temas tabúes para aquel entonces, que no es exento a nuestra realidad, ya que siguen presentes, aunque no con tanta firmeza.
Es por eso que en la época en que escribía, la gente se resistía a leerlos, por diferentes motivos, ya sea por ser trasgresor, por su lenguaje común o vulgar (que bien lo sabía exponer, porque atrás de ese lenguaje vulgar, existe un escritor conocedor, culto), por su escribir tan directo, y su crítica irónica hacia el gobierno, cada uno sabría el “porqué no”. Cabe destacar que como a algunos no les gustaba por cualquiera de los motivos mencionados anteriormente, a muchos tantos más, les gustaba por esos mismos motivos, como dice el dicho “sobre gustos no hay nada escrito”. En la actualidad, estaríamos en la etapa de descubrimiento de Fogwill.
Este escritor además, presentaba el “afán de banalizarlo todo con un gran sentido del humor, huyendo de la solemnidad y la certeza absoluta”. Temas tan importantes, minimizarlos, desvalorarlos, y hablarlos con naturalidad, algo propio.de él.
A los 10 años manejaba un arma (un revólver Smith & Wesson), a los 12 tuvo su primera moto, a los 15 su primer barco, a los 16 empezó a estudiar medicina, su primera novia a los 17, a los 23 era sociólogo, estuvo preso, fue adicto a la cocaína, a los 38 multimillonario, dueño de dos empresas de investigación de mercado y publicidad, y a los 40 ya no tenía nada, hasta su muerte siguió con su adicción a la nicotina.
En 1982 escribió Los pichiciegos, considerada una de las grandes novelas argentinas y dotada de algo que merodea toda su obra: el carácter anticipatorio (el libro, sobre la guerra de Malvinas, fue escrito en los inicios del conflicto pero anticipa no sólo la derrota sino el estado de las tropas argentinas). Es decir, Fogwill es un adelantado. La idea surgió cuando él al entrar cerca del anochecer, al apartamento de su madre, la vio a ella, a su madre junto a la mujer que la cuidaba ya que ella estaba enferma, parándose para gritar “¡nene hundimos un barco!”, y él se imaginó enseguida a ingleses ahogados, violetas, hinchados, flotando en el mar helados, confeso que un poco se puso contento porque no estaba nada a favor de Inglaterra. Él estaba a su vez escribiendo una novela, mala, según él, la cual cerró con la frase “hoy mamá hundió un barco” y luego la tiró, era como una especie de diario. Luego de eso, escribió la misma frase en una página en blanco y comenzó a escribir lo que luego se llamaría “Los pichiciegos”. A las doce horas estaba escrita la mitad de la novela, dice Fogwill en una entrevista por Nostromo —dizque sostenido por veintiún gramos de cocaína—.
Lo que pasa es que "Los Pichiciegos" es un libro concebido desde cierta inmediatez que también quería ser una intervención. No solamente lo escribís pegado a los hechos, sino que también estás queriendo que el libro salga lo más pronto posible.” Destaco el escritor, además de considerar como única novela, sobre la guerra de las Malvinas, con derecho a existir.
El provocador se peleó con mucha gente: con las Madres de Plaza de Mayo, con Ricardo Piglia, con las campañas a favor del aborto, con Beatriz Sarlo, con el divorcio (él, que se separó muchas veces), con los propulsores del matrimonio gay (el matrimonio es “la institución más mierda que produjo la sociedad contemporánea”, argumentó), con Alan Pauls, con la legalización de la droga (que no se privó de consumir).” Fuente : Clarín .
El arte literario no es usar las palabras justas, es demostrar que lo que uno hace, lo que uno escribe es lo que uno quería ver escrito. Como en el arte de la política, no es hacer la justicia es hacer creer que lo que se hizo es lo justo, el poder de convicción.
Le gusta la literatura que se impuso fuertes restricciones, pero no aquella que tiene miedo neurótico de la palabra.
Cabe destacar, por otro lado, que él no escribe para un público, dice escribir para no ser escrito, dice que es más importante pensar que contar aunque reconozca que la razón no se sostiene sin relatos.
En 1971 escribe un libro de sueños, sueños propios “Son todos sueños míos, que anoté en 1971”, el manuscrito era ilegible. El confío estos papeles al grupo mondongo, pero no salió nada de allí. Luego de su muerte, estos manuscritos de Fogwill son publicados, con el nombre “La gran ventana de los sueños”, por la editorial Alfaguara. “La gran ventana de los sueños contiene sueños que contienen significados que contienen reflexiones acerca del arte, la tecnología, el capitalismo, el dinero, la masturbación.”. El registro implacable de esa otra vida en la que se hundía noche a noche y de la que le costaba tanto —tanto— emerger: despertar.
Su literatura era tan propia, tan original...
Con el objetivo de identificar lo que a su escritura caracteriza, a continuación se presenta la colección de CUENTOS COMPLETOS,Fogwill, Santillana Ediciones Generales, S.L, publicados por ALFAGUARA en 2011, meses después de su muerte.
La obra se compone de un prólogo, escrito por Elvio E. Gandolfo, seguido de Nota preliminar del autor y comienzan los cuentos ordenados por efectos y  tonalidades:
  • Dos hilitos de sangre(1980)
  • Reflexiones (1977-1978)
  • Otra muerte del arte(1979-2007)
  • Efectos personales(1978)
  • La cola(1974)
  • Japonés(1981)
  • La chica del tul de la mesa de enfrente(1978)
  • La larga risa de todos estos años(1983)
  • Muchacha Punk(1979)
  • Luz mala(1981)
  • Llamándonos(1981-1982)
  • Música(1981)
  • La liberación de unas mujeres(1977-1981)
  • Los pasajeros del tren de la noche(1981)
  • Help a él(1983)
  • Cantos de marineros en las pampas(1998)
  • Restos diurnos(1994)
  • Sobre el arte de la novela(1982)
  • Camino, campo, lo que sucede, gente(1983)
  • Lo cristalino(2001-2002)
  • Memoria de paso(1978-1979)
Se dice que algunos ellos se incorporaran al canon de lo que es la narrativa breve.
Luego de leer el  Prólogo que reúne una idea general de lo que viene a continuación en CUENTOS COMPLETOS, las obras que más impactan a primera vista , en mi opinión, son “Muchacha Punk” y “Help a él”. Las mismas  en el prólogo se mencionan como “cuyas primeras frases estallan como acordes de rock o de blues prometiendo el viaje en vilo que, efectivamente, resulta su lectura” en “Muchacha Punk”, e “insolente parodia de Borges, con desbordes de sexo exasperado e intento de mirada cosmológica” y presencia de “sexo espectacular” en “Help a él”.
Florencia Abbate, extraído de revista Enie, señala “Si tuviera que presentar a nuestro querido Fogwill, lo haría con tres libros: Los pichiciegos, Muchacha punk y Vivir afuera. Con esos libros Fogwill consolidó lo que podría llamarse un nuevo tipo de libertad de expresión en la narrativa argentina: contar lo que no estaba contado, representar lo impresentable, escribir siempre en contra de la corriente y contra los presupuestos culturales que rigen lo que uno espera oír acerca de ciertas cosas.”
El cuento “Muchacha punk”, que recibiera el primer premio en un importante certamen literario en 1980, Premio Coca-Cola, lo hizo abandonar su carrera empresarial y comenzar, según sus palabras, "una trama de malentendidos y desgracias" que lo llevaron a su actual "oficio" de escritor. Este cuento, en primer lugar lo publica individualmente, y luego se agrega a la colección de cuentos completos.
Ya al comenzar a leer el cuento de esta muchacha punk que tanto Fogwill menciona, te atrapa sin dejar pasar a otro cuento sin poder decir “no esté mejor no, pasemos a otro”, Fogwill tiene de todo, te atrapa con la primera línea “En diciembre de 1978 hice el amor con una muchacha punk”, lo que podemos definir como dice el mismo prólogo del libro “la primer frase estalla como acordes de rock o de blues”, un comienzo tan abrupto, que te hace pensar como seguirá el cuento pero Fogwill no deja de sorprender, porque con tal comienzo te anticipa unas líneas excepcionales, pero luego, unas más adelante del comienzo, hasta él mismo se decepciona y se lo aclara al lector, diciendo: “Primera decepción del lector: en este relato soy varón”. Digo él mismo, porque quien narra es a su vez un personaje, alguien que actúa dentro del cuento, un narrador homodiegético. Al escribir primera decepción del lector, hace a la idea de que ya él sabe que la historia que sigue, no es la que quien lee se espera, es por eso que alude a esto como “decepción”, que en realidad no lo es, es más bien, una aclaración, de que el narrador es un varón.
Tras ese comienzo, quizás, no se encuentra la obra excepcional, prestigiosa que tal vez espera quien la lee, que presenta cierta simpleza, comparando claramente, con esa frase inicial.
El cuento trata de una persona argentina que se encuentra en una noche de invierno londinense, con un frío que calaba los huesos, recorriendo las calles sin rumbo definido. En medio de ese panorama se encuentra con unas muchachas punk, de las cuales le gusta una de ellas. Al encontrarse en una pizzería, The Lulu, termina en una mesa junto a ellas, que al principio parecía que iba a fracasar su intento de acercamiento, pero finalmente termina quedándose a solas con ella, la muchachita punk, con rasgos aristocráticos, perfectos. Inesperadamente, terminaron yendo a la casa de ella, de la cual esperaba cualquier cosa, como la imagen que se imagina cualquier persona sobre una persona punk, pensó que llegarían a un sucucho, inundado de punks tirados, en el suelo, pasados de droga. Pero esa imagen, al arribar en la casa, se modificó completamente, la chica punk vivía en un piso “paquetísimo” frente a Hyde Park, quien narra la historia describió todo el piso como una enorme mansión, lo que lleva a la conclusión de que ella, era una chica rebelde de una muy buena familia (económicamente hablando). Ella hospedaba a raros punks en una sala, diciendo que eran “su gente”, él le llamo, “mi humilde punk”. Pasaron la noche juntos, entre idas y vueltas apreció la hermana con su novio, quienes eran todo lo contrario a su muchacha punk. Él se marchó, volviendo al siguiente día pero su muchachita punk ya no se encontraba en la ciudad. Antes de él marcharse de Londres, paso por una tienda donde debía comprar algunas cosas para su gente, y allí ocurrió el indiferente desenlace, en una tienda de Londres, fastidioso, quejándose de los londinenses “tardó casi una hora para encontrar un simple catálogo de Webley&Scott. ¡Así les va! “.
Lo que realmente se destaca en su lenguaje, es ese hablar liso, llano, pero con cierta elegancia, con cierta sabiduría que solo él, y sus vivencias, podrían llevar a cabo. Él realmente era un hombre culto, con muchos conocimiento de varías ciencias, lo refleja en este libro por ejemplo, biología, botánica, historia, literatura, filosofía, entre otras tantas más. Pero también era un hombre con un lenguaje irreverente, poco le importaba decir lo que realmente pensaba, poco le importaba el respeto, cruel, mordaz con sus palabras lanzadas al aire sin pudor alguno, por ejemplo cuando describía a las amigas de su muchachita punk “La gorda, con sus pelos teñidos de zanahoria”, “ otra de estatura muy baja y con cara de sapo, tenía pelos teñidos de verde”, “Por suerte, la fea con cara de sapo…”, y así mismo presentaba a lo largo de todo el cuento un muy buen sentido del humor descarado, criticando a su vez, “Habló la punk con pájaro, la sapifacial:...”. Fogwill en un mismo párrafo te genera distancia por su vocabulario irrespetuoso, y discriminador, pero a su vez mezcla lo romántico, cuando alude a su muchachita punk, como una musa, como algo perfecto: “dijo la gorda mirando fijo a la de cara de sapo que hamacó su cabeza como si confirmase la más elaborada teoría del universo. Entonces habló por vez primera y sólo para mí mi muchacha punk. Tenía la voz deliciosa y tímbrica en este párrafo:
  • ¿Qué usted hace aquí?- quiso saber su melodía verbal. “
Muchacha punk es una parodia de los punk a su vez. La imagen “universal”, “general” que el mundo tiene sobre los punks, no es aquella que desenlazará a ser la muchachita punk a quien el personaje-narrador se refería. Aunque eso fue después de conocerla
Antes sí, él no sabía como acercarse ya que en primer parte no son muy amigables, por otro lado según él, hablaban un “slang” que él no entendía, la ropa que los punks usan, suelen llamar la atención(por raro), oscura, combinaciones de texturas raras, cosas pinchudas, aretes, piercings, pero sobre todo no muy amigables. El personaje masculino, tardó varios minutos en decidirse para acercarse a las tres muchachas en aquella pizzería llamada The Lulu, temía fracasar. Pero tenía en mente, fijo, su objetivo, conocerla a ella, a su muchachita. Esa muchachita que luego de intercambiar pocas palabras, y observarla bastante, no resulta ser cualquier punk. Presentaba rastros aristocráticos, que es poco común que se adjudicara a este tipo de gente, además de describirla por “excelencia”, como etérea, es decir, intangible, poco definida pero a su vez, sutil, sublime. Sus joyas, que bien describe, porque Fogwill, es de escritura vertiginosa, pero para en los detalles que para él son importantes, que enriquecen el cuento, sus joyas entonces, de oro 18 kilates, un piercing en la nariz, que a través de unas cuerdas llegan a su oreja. Alguien bien limpio, algo que él realmente no esperaba, y supuso que tampoco el lector, por lo cual vuelve a aclarar: “Tercera decepción de narrador: mi muchacha punk era tan limpia como cualquier chitrula de Flores o de Belgrano R. Nada previsible en una inglesa y en todo discordante con mis expectativas hacia los punks.” En esta última expresión, también se puede identificar ironía, porque los ingleses no son conocidos como “sucios”, solo que Fogwill por temas políticos, por tema de las Malvinas, los consideraba siempre con adjetivos poco deseados.
Más ironía en el cuento, mientras ellos; la muchacha punk, y él personaje masculino, se encontraban acostados en la cama de su hermana, ahora ella dormida, y él leyendo libros aprece la hermana de su punk “Andaba en eso cuando llegó la hermana de mi muchacha punl con su novio. La chica dijo llamarse Dianne y era naturista marxista, estudiaba biología, odiaba las drogas, despreciaba a los punks y no tomó nada bien que estuviésemos acostados en su cuarto pero disimuló”, tomando como algo común que alguien entre a su cuarto y encuentre a un desconocido acostado con su hermana punk, perteneciente al grupo que la misma persona desprecia, y todavía, éste espere una buena reacción, encontramos entonces, a Fogwill, con su banalización inconfundible.
A lo largo de todo este cuento, encontramos el lenguaje predilecto con cierta elegancia por momento “Yo preferí no tomar el partido de sus padres, pero tampoco quise comprometerme dando a su posición un apoyo del que, a mí, moralmente, no me parecía merecedora. Entonces la besé” , y con cierta vulgaridad por otro “la gorda pelo de zanahoria” “hijos de perra malolientes”, escritura llana, lisa, directa.
Las sábanas eran más suaves que las del mejor hotel que conocí en mi vida!, yo, que por mi antigua profesión solía camuflarme en todos los hoteles de primera clase y hasta he dormido – en casos de errores en las reservas que de ese modo trataron los gerentes de reparar- en suites especiales para noches de bodas o para huéspedes VIP, nunca sentí en mi piel fibras tan suaves como las de esas sábanas de seda suave, que olían a lima o a capullito de bergamota en vísperas de la apertura de sus cálices.”, por esta última cita, y por varias identificaciones mencionadas lo largo de este análisis, anteriores y posteriores, es que cabe el preguntarse, por parte del lector, si el personaje es alter-ego, un personaje de ficción cuyo comportamiento, lenguaje o pensamientos intencionalmente representan los del autor. Leyendo sobre su vida por un lado, y leyendo sus obras por otro, te das cuenta que el volcaba su vida al escribir, sus adicciones, a la droga, al sexo, entre otras cosas, se reflejan en lo que escribía.
En una entrevista su hijo dice “Cuando yo era chico no podía decirles a mis amigos “vengan a casa a jugar”, porque era un kilombo. Había rifles de aire comprimido, abrías un cajón y había cincuenta vibradores. Era un tipo sin filtros, muy pendiente de la sexualidad.”
Además, del hablar común de él, por ejemplo, a los integrantes del grupo mondongo les dijo en una ocasión “Ustedes son unos soretes, unos hijos de puta, me hicieron para que se me viera el enfisema”, luego de ver el enorme retrato de él hecho con hilos que se encontraba en un taller de Palermo. Esas similares expresiones que se encuentras por ejemplo en Muchacha Punk “hijos de perra”. Por otro lado, cuando aludia a su País, a las ciudades o provincias, la líneas recuerdan a Fogwill en persona “He elegido Rosario para no citar tanto a Buenos Aires. Querido.” “desfigurando aún más la horrible imagen de mi partia que desde hace un tiempo inculcan a los jóvenes europeos”. Y por último, vemos mencionado, en repetidas ocasiones, diarios que están a disposición del gobierno, a quién Fogwill no tolera, no respeta pero sí critica, en su vida real, y a través de su escritura, por eso es que también da a pensar que es Fogwill el personaje-narrador de Muchacha Punk. “Y en mi laburo... Yo había salido de la cana, y me tomaron como director creativo de la agencia de publicidad que era de la familia del presidente (Roberto) Viola, que ostentaba todas las cuentas publicitarias de las empresas intervenidas por el gobierno. El presidente de la agencia era un amigo de Viola, y el vicepresidente era además el vicepresidente del Banco Central en ese momento, el brigadier Cabrera. Entonces, la agencia era también un lugar donde se reunían los generales a charlar boludeces, a tomar whisky, y a hablar sobre cómo iban a ganar la guerra. Una vez, incluso iba en remís con el brigadier Cabrera, pasamos por la estación Constitución, para tomar lo que después fue la autopista. Y le digo: "Qué buena arquitectura". Me dice: "Sí, es maravillosa". "¿Sabe quién tiene los planos de esto? ¿Sabe dónde están?" "No", me contesta. "Ah, le aviso que están en el Banco Lloyds de Inglaterra; porque esto está asegurado en Inglaterra. Y ellos lo pueden hacer mierda en un minuto. Y ustedes no saben dónde están los caños.”
Era muy común la expresión “Hijos de perra” en ella, para expresarse a gente cercana que en verdad a veces la fastidiaban, por ejemplo, sus padres, quienes le enviaban 50 libras semanalmente para sus gastos personales, o cuando se refirió a sus amigas quienes dejaron un tercio del total de la cuenta cuando estaban en la pizzería. Entonces él, antes de marcharse de la habitación donde dormían, le dejo 50 libras, porque seguramente su muchachita, quien tiene una cicatriz a la que mucho cuida, en su mejilla izquierda, iba a quejarse de que por su culpa iba a tener que gastar 25 libras en hacerse el service, ya que el roce de la barba del personaje masculino hizo que su cicatriz perdiera color y se apelmazara. Lo que expresó a través de un humor rebuscado que bien lo caracterizaba a Fogwill, “Actué como hombre y como argentino y aunque nadie atine nunca a determinar que espera un punk de la gente, yo no podía permitir que al otro día mi muchachita se amargase y anduviera por todas las discotheques de Londres insinuando que nosotros somos unos hijos de perra que perturbamos sus cicatrices y no pagamos el service,…”. En esta última cita, continua la ironía, al tratar a los punks como otra cosa, pero no como gente, y además de adherirle al texto más humor con palabras en inglés.
Además de ser un narrador intradiegetico, es un narrador que interactúa con el lector, es una estrategia narrativa utilizada por varios escritores. Interactúa por ejemplo cuando hace un juicio de valor de su propio cuento al marcar las decepciones que sufre el lector a lo largo de la historia, que ya fueron mencionadas anteriormente, pero además, en la escena que se encuentran en la pizzería, él y Coreen, la muchachita punk, “y sin mirarme tomó un sorbito de aquella mezcla de Coca-Cola y Chianti que estuvo preparando en la página anterior, pero que yo, con esta prisa por escribirla, había olvidado registrar”, donde él, hace un paréntesis para explicar al lector, que olvidó mencionar algo, y seguramente ese lector, se lo estaría preguntando, ¿Cómo debía saber yo que estaba tomando la muchacha punk?, es decir hay una conexión narrador- lector, que hace que de vez en cuando el narrador tome el papel del lector, reflexionando el pensar del lector.
En esta obra, nada escapa a la realidad, ni el ambiente, ni las personas, ni los hechos.
¿Por qué los punks son un tema recurrente en Fogwill?, tal vez porque se identifica con ellos. El mismo espíritu de libertad, de trasgredir, de rebeldedía, y de locura que él tenía. En el caso de Muchacha Punk, bien se sitúa en Londres, donde la moda o movimiento Punk surgió en la década del 70. Lo que realmente veía en los punk, era libertad, libertad de expresión, eso que a él, a Fogwill, lo llenaba plenamente, como dice Florencia Abbate en su artículo “realismo punk”, “consolidó lo que podría llamarse un nuevo tipo de libertad de expresión en la narrativa argentina: contar lo que no estaba contado, representar lo impresentable, escribir siempre en contra de la corriente y contra los presupuestos culturales que rigen lo que uno espera oír acerca de ciertas cosas.”
Rodolfo Enrique Fogwill, es un escritor tan actual, que poca crítica se encuentra de él. Pero no es motivo de desanimarse, si se quiere conocer de él, basta con leer una de sus obras y darnos cuenta como es, que características presenta. Por ejemplo, al abordar Muchacha Punk, también se destaca la descripción detallista del tiempo, del ambiente, de las personas y sus atuendos, gestos y demás, es decir, se toma su tiempo para explicar todo al lector, no dejando que pierda el hilo conductor e imagine toda la escena. Por otro lado, repite descripciones continuadamente. “el frío que calaba los huesos”. “mi muchacha punk”.
Al ser un autor tan culto, inteligente, dentro de ese lenguaje tan directo, se ecnontraba mucho conocimiento, de historia, relaciona, cita hostorias y a gente importante.
Encontramos también, preguntas retoricas como por ejemplo ¿Cómo sería mi muchacha punk?, ¿Sería inglés?
Si se leen varias obras de él, se verá que ninguna carece de situaciones pasionales, de erotismo, de adicción, entre otros temas recurrentes en él, pero sin embargo, también el amor es uno de los temas recurrentes en su narrativa: "No sé qué es el amor, pero sé que si hay algo que te puede salvar es el amor. Creo que tiene que ver con el amor propio, una cuestión neurofisiológica que te produce una sensación de totalidad; nada lo puede remplazar", definió en una entrevista.
Finalmente, esta historia desenlaza como ningún lector se imagino, como ya se dijo en el argumento, él en una tienda buscando catálogos de armas y artículos de caza, quejándose de los ingleses por lo mal que atienden, obviamente, nada a favor de ellos, terminando con las líneas “No era antipático aquel mulato hijo de mil perras, pero, como todo propietario de comercio inglés, era petulante y achanchado: tardó casi una hora para encontrar un simple catálogo de Webley y Scott. ¡Así les va!”. Es un final que desconcierta a quien lee, ya que anda tiene que ver con el verdadero hilo conductor de la novela, con el eje central. Tal vez, un final esperado, era el reencuentro con su Muchacha Punk, o una carta, algo más predecible. Claramente, esto lo espera alguien que todavía no conoce bien a Fogwill, porque si lo conociera, diría que es bien suyo, lo que provoca, lo que produce ese Fogwill excéntrico.
Hasta el final, Fogwill mantiene las características mencionadas anteriormente, principalmente, su lenguaje directo, llano, con el cual te mataba y si él lo deseaba, te renacía.
Me interesó también, abordar otro de sus cuentos, como lo es “Help a él”, porque impacta tan solo con leer el título, sólo que en este caso, no entré en la historia con la profundidad que entré en Muchacha Punk.
Help a él, insolente parodia del cuento aleph de Borges, presenta el mismo comienzo y además, el nombre del personaje principal femenino se origina de un juego con el nombre del personaje femenino de la obra de Borges. Parodia calculada, estructural, toma lo que en el aleph era una descripción visual y lo proyecta en el plano táctil. Donde te encontras siempre caminando por el filo que separa lo pornográfico de lo erótico.
Lo más fuerte que hay en esa trama que escribió el y escribió Borges, es lo que escribe Borges. Lo que más elogiaron de “Help a él” es el comienzo, y el comienzo es el mismo que el Aleph, mucho mejor de lo que viene después.
No busco ni proyecto sus experiencias en algo psicodélico sino que en algo psicoactivo, encuentra el aleph en el centro, la imagen del feto, el recuerdo del feto que fue el narrador, manipulando el cordon y descubriendo que si apretaba fuerte con la mano el cordón, su cerebro dejaba de recibir sangre, y se desvanecia y al desvanecerse soltaba la mano y ese juego era la masturbación, era lo que practicaba en el seno de su madre. Señala el provocador en una entrevista por Nostromo.
Pienso que Fogwill debería ser más leído, es fuerte, es decir, causa sensaciones fuertes. Provoca, con su lenguaje tan directo que a la vez contiene humor, sentido del humor que bien identifica a Fogwill. Es realmente, una escritura atrapante, próximamente, leeré más de sus obras, porque eso es lo que en fin, te deja su lectura, ganas de seguir leyéndolo.


ANEXOS
Fogwill, el último provocador.
Por: DIEGO ERLAN
No debería escribirse sobre las personas que se han muerto. Ni sobre las personas que no parecen personas porque son escritores singulares y de algún modo esa clase de escritores necesitan cierta experiencia de humanidad para poder escribir.
Digamos mejor que no debería haberse escrito sobre Fogwill. Sobre la muerte de Fogwill. Porque escritores como él parecía que no podían morirse.
Y sin embargo se murió el sábado. Su humor negro lo hacía decir que tenía un "enfisema terminal" a causa del cigarrillo.
Tenía algo inhumano. Quizás el humor negro, las frases picantes hacia cualquier mina con la que pudiera cruzarse, la lectura despiadada hacia amigos y enemigos, los ojos desorbitados o la manera que tenía de inclinar la cabeza hacia atrás, mover la boca y de fruncir el ceño. "¿Qué hacés acá?", decía en un tono medio compadrito, medio cabrón cuando te encontraba en algún lugar en el que no deberías estar. Como si lo persiguieras.
La última vez que lo encontré fue en Montevideo. Había sido invitado a un festival de literatura organizado por los españoles de La Fábrica para que diera una conferencia: "Ahora hablemos de mí". El chiste estaba en el "ahora", pero ni bien empezó esa charla dijo que nadie lo había entendido.
Tenía un gorro de lana, una pesada mochila llena de libros, estaba ansioso por conocer a Yuri Herrera, un autor mexicano que le había encantado. "¿Sabés dónde está?", me preguntó al bajar del ascensor en el tercer piso del Centro Cultural de España.
Así era Fogwill. El autor de Los pichiciegos o Muchacha punk aceptaba una invitación al frío de Montevideo para conocer a un autor que tenía sólo dos novelas publicadas. Así era. Y aparentaba ser una estrella de rock interesada sólo en el cachet. Al bajar del ascensor, se ubicó en una mesa de la confitería porque no había desayunado y tenía hambre. Pidió canelones en salsa rosa, un agua mineral, lanzó tres o cuatro dardos a una de las mozas y le dijo a Yuri Herrera que se fijara en la piel de esa mujer, de esa, no de la otra, que eso era lo que le encantaba de las mujeres: la piel. Al rato discutió con una de las chicas de la organización: le habían asegurado que lo esperaría un chofer en el puerto con su cachet en pesos uruguayos y ni el chofer ni la guita estaban cuando llegó su barco. Estaba indignado.
Y se puso peor cuando se enteró de que a Herrera no le pagaban ni siquiera las comidas. Fogwill dijo que si no le solucionaban el problema, subía al primer barco que zarpara para Buenos Aires y escribiría en contra de ellos durante un mes. Una carrera de director de encuestas de mercado y opinión pública le había enseñado que la gente no sabe lo que hace, no dice lo que sabe y jamás hace lo que dice. "Soy uno de ellos", escribió en un autorretrato del año 1998.

Al escuchar los gritos del escritor maldito, del hombre de ojos desorbitados y gorro de lana, la chica de la organización subió a su oficina, hizo dos, tres, cuatro llamados y al conseguir el dinero, suspiró: "Habemus Fogwill".
Fragmento de “REALISMO PUNK” por Florencia Abbate.
Los autores que empezamos a publicar a fines de los 90 le debemos mucho a la obra de Fogwill. Siempre me pregunté por qué se tomaba la molestia de leer nuestros textos y criticarlos vía mail. Tal vez porque, como buen escritor, era un lector voraz; o tal vez porque sentía afinidad hacia los jóvenes como hacia los marginales. Y acaso también para constatar que su obra podía jactarse de ser más joven que la nuestra puesto que la juventud, como sabía Gombrowicz, es ante todo una actitud, y cerciorarse de que ella quedaría flotando en el tiempo como un mito anarquista.

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