25 de agosto de 2015

4° Texto para complementar las Coplas de Manrique.


 JAIME SABINES. Poeta mexicano 1926-1999
Algo sobre la muerte del Mayor Sabines:
 
          Mi padre nació, creo, en una ciudad que se llama Sacbin, cerca de Beirut. Un pueblo pequeño. De allí viene el apellido Sabines, que lo castellanizaron, pero hasta la fecha sólo he encontrado Sacbin en algunos mapas.
          Eran tres hermanos Sabines, como fuimos también nosotros. De niños vinieron del Líbano a Cuba. En el trayecto tuvieron una aventura en la isla Martinica. Mi hermano Jorge la ha contado. Acabando mi padre y sus hermanos de abandonar la isla, el volcán hizo erupción y arrasó toda la ciudad. Jorge la contó así: "En 1902 mi padre estaba en América. Lo acompañab~n sus dos hermanos. Iban a reunirse con sus padres, quienes habían emigrado a Cuba. Por algún motivo el barco en el que viajaba mi padre se detuvo en la isla Martinica y aquellos niños perdieron la embarcación. Para sobrevivir tuvieron que pedir limosna, luego fueron ayudados por una mujer francesa, que les dio ropa y alimento, hasta que mis abuelos les mandaron dinero para embarcarse nuevamente. Mi padre, que gustaba de contar aventuras, solía narrarnos que cuando partió de Martinica, desde el mar vio cómo el volcán hacía erupción. En pocos minutos parte de la población quedó sepultada bajo la lava ante sus ojos".
           Después se fueron a radicar a Cuba pero el Viejo huyó de la casa teniendo doce años de edad. A mí me decía que había participado a principios de siglo en la excavación del canal de Panamá, donde murieron infinidad de obreros. Quizá era cierto o quizá puro cuento.
Después de Cuba vino a México y se metió en la revolución mexicana. Hasta lo hicieron preso en Yucatán e iban a matarlo, como mataron al general que era su jefe (no recuerdo su nombre). Lo confirmable, lo cierto, porque hay fotografías y todo, es que en 1914 llegó a Chiapas con grado de capitán del ejército. En 1914 llegó con la División del general Jesús Agustín Castro. La División 21 era carrancista. En Chiapas no había habido revolución. Entonces los carrancistas llegaron y empezaron a liberar a los indios de las fincas. Proliferaba el caciquismo. Entonces los finqueros hicieron la contrarrevolución. Eso fue lo que hubo en Chiapas. Lo que se llamó el movimiento mapachista. Ese pleito con los carrancistas duró muchos años. Por cierto, mi abuela no
podía ver en un principio a mi padre, porque ella era hacendada. Tenía fincas en el Valle de Cintalapa, pensaba que cómo iba a ser posible que su hija Luz se casara con aquel carrancista.
Es una historia muy bonita cómo el Viejo conoce a mi madre.
 

Algo sobre el poema:
       En el año de 1961, en mayo, después de un viaje a Chiapas, el Viejo empezó a esputar sangre. Lo llevamos al hospital y se le descubrió en un pulmón un tumor canceroso del tamaño de una
bola de billar. El 15 de junio le hicieron una operación de caballo. Escribí el poema a medida que descubrimos que mi padre estaba enfermo, que se vio que tenía un cáncer pulmonar, que
fue operado e internado en un hospital, que le dieron radiaciones. Creíamos que se había salvado. Lo llevamos a Acapulco pensando que estaba sano pero en una alberca descubrimos que tenía ganglios subclaviculares y ya lo trajimos a México para morirse. A medida que existía la amenaza tremenda de la muerte, contra la que no se puede hacer nada, fue empezándose a hacer el poema. En los primeros versos se habla del pasillo del sanatorio silencioso donde hay una enfermera vestida de ángel, y va siguiendo el proceso de la enfermedad hasta el momento de su muerte. Entonces empiezan las letanías, todo aquello que era angustia y tortura mental, impotencia ante la muerte. Todo fue siguiendo una secuencia lógica. El Viejo murió el 30 de octubre y lo enterramos el 31. Viene luego una especie de letanía que fue inspirada por unos obreros de la fábrica que teníamos los tres hermanos Sabines y que en la noche del velorio, en la funeraria
Gayosso, se pusieron a rezar, a rezar en voz alta. Eso me impresionó mucho y fue cuando a los pocos días yo escribí eso de: "No podrás morir, no podrás morir, no podrás morir..."
      
       Seguí escribiendo hasta los primeros días de diciembre y terminé la primera parte. Casi todo el final de ésta fue escrita en sonetos. Recurrí a esta forma para concretar mi emoción, como
para contenerla en un vaso, porque de lo contrario no hubiera podido escribir nada, sobre todo aquellos primeros días cuando yo sentía su muerte como mi muerte. León Felipe me dijo que lo
destantearon y que le había asombrado que yo pusiera los sonetos. Me preguntó por qué. "Sencillamente porque allí estaban. Son como un vaso que hay que llenar. La forma ya está hecha y como mis impulsos se aglomeraban, eran una cosa tremenda, había que vaciarlos en un molde que ya existía. No están escritos a la manera tradicional. Rompo el ritmo de algunos versos pero está hecho a propósito para no caer en una poesía muy manoseada."

        En diciembre de 1961, al terminar lo que es la primera parte, yo creí que era ya el poema. Me dije: "Ya no vuelvo a hablar más de la muerte, ya chole con la muerte. Basta. No vuelvo a escribir
más sobre este tema". Me irritaba pensar que debía seguir hablando de la muerte.

        Los tres años siguientes escribía, escribía, escribía y todo era un fracaso. Estaba pendiente algo. Un día, en casa del pintor Alberto Gironella, amigo mío en esa época, estábamos tomando
unos tragos y me regaló un libro, un tomote grande, sobre la muerte en la literatura española en los siglos de oro. Hablamos acerca de la muerte, y yo le dije lo que me había pasado, que desde hacía tres años, luego de la muerte de mi padre, no había podido volver a escribir ninguna otra cosa. Alberto me dijo que eso le había pasado en su pintura muchas veces pero que lo mejor era meterse al tema de la muerte aunque irrite y duela. Y pensé que tenía razón. Y empecé a escribir la segunda parte del poema: "Mientras los niños crecen y las horas nos hablan,/ tú,
silenciosamente, lentamente te apagas"
. Y la escribí en veinte días.

        La muerte ha sido una presencia constante en mi poesía. Ya lo digo en un poema: "¿Quién me untó la muerte en la planta de los pies el día de mi nacimiento?" Y es que mi vida ha estado
marcada por la muerte. Pero desde la muerte de mi hijo Jaime a los veintidós años no he querido hablar más. Dejémosla allí, no hablemos de ella, que se olvide de mí por mucho tiempo.



FRAGMENTOS  DE "ALGO SOBRE LA MUERTE DEL MAYOR SABINES"

 Primera parte

1.

 Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.

Convalecemos de la angustia apenas
y estamos débiles, asustadizos,
despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño
para verte en la noche y saber que respiras.
Necesitamos despertar para estar más despiertos
en esta pesadilla llena de gentes y de ruidos.

Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,
por eso es que este hachazo nos sacude.
Nunca frente a tu muerte nos paramos
a pensar en la muerte,
ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría.
No lo sabemos bien, pero de pronto llega
un incesante aviso,
una escapada espada de la boca de Dios
que cae y cae y cae lentamente.
y he aquí que temblamos de miedo,
que nos ahoga el llanto contenido,
que nos aprieta la garganta el miedo.
Nos echamos a andar y no paramos
de andar jamás, después de medianoche,
en ese pasillo del sanatorio silencioso
donde hay una enfermera despierta de ángel.
Esperar que murieras era morir despacio,
estar goteando del tubo de la muerte,
morir poco, a pedazos.

No ha habido hora más larga que cuando no dormías,
ni túnel más espeso de horror y de miseria
que el que llenaban tus lamentos,
tu pobre cuerpo herido.




5. 
De las nueve de la noche en adelante
viendo la televisión y conversando
estoy esperando la muerte de mi padre.
Desde hace tres meses, esperando.
En el trabajo y en la borrachera,
en la cama sin nadie y en el cuarto de niños,
en su dolor tan lleno y derramado,
su no dormir, su queja y su protesta,
en el tanque de oxígeno y las muelas
del día que amanece, buscando la esperanza.
Mirando su cadáver en los huesos
que es ahora mi padre,
e introduciendo agujas en las escasas venas,
tratando de meterle la vida, de soplarle
              en la boca del aire...

(Me avergüenzo de mí hasta los pelos
por tratar de escribir estas cosas.
¡Maldito el que crea que esto es un poema!)

Quiero decir que no soy enfermero,
padrote de la muerte,
orador de panteones, alcahuete,
pinche de Dios, sacerdote de las penas.
Quiero decir que a mí me sobra el aire...

9
Te fuiste no sé a dónde.
Te espera tu cuarto.
Mi mamá, Juan y Jorge
te estamos esperando.
Nos han dado abrazos
de condolencia, y recibimos
cartas, telegramas, noticias
de que te enterramos,
pero tu nieta más pequeña
te busca en el cuarto,
y todos, sin decirlo,
te estamos esperando.






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