4 de septiembre de 2016

Todos los 6°. El Spleen de París (texto ejemplificativo)

Alumnos: para  ejemplificar el análisis de "Cuadros parisinos" perteneciente a "Las flores del mal" amplío el tema con un texto extraído de un libro del mismo autor "El Spleen de París" con uno de los capítulos, breve, llamado Las multitudes para servirá para ilustrar el tema y relacionar con el próximo tema.

EL SPLEEN DE PARIS.
A ARSÈNE HOUSSAYE
Mi querido amigo, le envío una obrita que no
tiene ni pies ni cabeza porque aquí todo es pies y
cabeza a la vez, alternativa y recíprocamente. Con-
sidere las admirables comodidades que ofrece a to-
dos esta combinación, a usted, a mí y al lector. Po-
demos cortar donde queremos, yo mi ensueño, us-
ted el manuscrito y el lector su lectura, porque no
supedito su esquiva voluntad al hilo interminable de
una intriga superflua. Sustraiga una vértebra y los
dos trozos de esta tortuosa fantasía se unirán sin
esfuerzo. Córtelo en muchos fragmentos y verá que
cada cual puede existir separado. Con la esperanza
de que algunos de estos pedazos sean lo bastante
vívidos para gustarle y divertirlo, me atrevo a dedi-
carle la serpiente entera.
Tengo una pequeña confesión que hacerle. Hoje-
ando por lo menos una vigésima vez el famoso
Gaspard et la Nuit de Aloysius Bretrand (¿acaso un
libro que conocemos usted yo y algunos amigos no
tiene todo el derecho a ser llamado famoso?) se me
ocurrió intentar algo parecido y aplicar a la de-
scripción de la vida moderna -mejor dicho, una vida
moderna y más abstracta- el procedimiento que él
aplicó a la pintura de la vida antigua, tan extraña-
mente pintoresca.
¿Quién no ha soñado el milagro de una prosa
poética, musical, sin ritmo y sin rima, tan flexible y
contrastada que pudiera adaptarse a los movimien-
tos líricos del alma, a las ondulaciones de la ensoña-
ción y a los sobresaltos de la conciencia?
Esta obsesión nace de frecuentar las grandes ciu-
dades, del entrecruzamiento de sus incontables rela-
ciones. También usted, mi querido amigo, trató de
traducir en canción el grito estridente del vidriero y de
expresar en prosa lírica sus desoladoras resonancias
cuando atraviesan las altas brumas de la calle y lle-
gan a las buhardillas.
A decir verdad, temo que mi celo no me haya
traído felicidad. Apenas iniciado el trabajo me di
cuenta de que estaba muy lejos de mi misterioso y
brillante modelo y que además hacía algo -si puede
llamarse algo a esto- singularmente diferente. Este
accidente enorgullecería a cualquier otro, pero hu-
milla profundamente a un espíritu para quien el más
grande honor del poeta es cumplir exactamente con
lo que había proyectado hacer.
Su muy afectuoso
C. B.






C H A R L E S B A U D E L A I R E
XII
LAS MULTITUDES
Sumergirse en la multitud no es para todos: gozar
de la muchedumbre es un arte; una francachela de
vitalidad a expensas del género humano y sólo pue-
de dársele uno al que el hada inspiró desde la cuna
el gusto del disfraz y la máscara, el desprecio por el
domicilio y la pasión por viajar.
Multitud, solitud: términos iguales y convertibles
para el poeta activo y fecundo. Quien no sabe po-
blar su soledad, tampoco sabe estar solo en medio
de una muchedumbre atareada.
El poeta disfruta de ese incomparable privilegio,
porque puede ser él mismo y otro, según su vol-
untad. Como almas errantes que buscan un cuerpo,
entra cuando quiere en el personaje de cada quien.
Sólo para él, todo está disponible y si ciertos sitios
parecen estarle vedados es que a su criterio no vale
la pena visitarlos.
El paseante solitario y pensativo obtiene una sin-
gular ebriedad en la comunión universal. El que
desposa fácilmente a la multitud conoce febriles ale-
grías, de las que eternamente se verá privado el
egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, en-
quistado como un molusco. El adopta todas las
profesiones, todas las dichas y todas las miserias que
la circunstancia le presenta.
Lo que los hombres llaman amor es demasiado
pequeño, demasiado restringido y demasiado débil,
comparado con la inefable orgía, la santa prostitu-
ción del alma que se da entera, poesía y caridad, a lo
que imprevistamente aparece, al desconocido que pasa
A veces es bueno enseñarle a los felices de este
mundo, más no sea para humillar un instante su
estúpido orgullo, que hay una felicidad superior a la
suya, más vasta y más refinada. Los fundadores de
colonias, los pastores de pueblos, los sacerdotes mi-
sioneros exiliados en el fin del mundo, sin duda algo
conocen de esas misteriosas embriagueces; y, en el
seno de la vasta familia que su genio creó, a veces
deben reírse de quienes los compadecen por su
suerte, tan agitada, y por su vida, tan casta.


De: El Spleen de París. (Poemas en prosa)

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