Tan directo, sin pudor, tan
Fogwill.
Gimena González Irurueta.
Provocador, mordaz y delirante, Rodolfo Fogwill.
Roldolfo Enrique Fogwill,
sociólogo y escritor argentino, nace en 1941 en la ciudad de
Quilmes, provincia de Buenos Aires. Viviendo hasta los 69 años, ya
que un enfisema pulmonar provocado por todos sus años de fumar
tabaco, lo hace terminar con su vida en el Hospital Italiano (ciudad
de Buenos Aires, 2010). Egresó de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Buenos Aires, donde ejerció como docente y
profesor titular. Contemporáneo de grandes “monstruos” como
Borges o Cortázar. Autor de poemas, cuentos y novelas. Entre sus
obras más conocidas se encuentras la novela Los pichiciegos (1983)
considerada la mejor novela sobre la Guerra de las Malvinas, Vivir
afuera (1998) con la cual consiguió el Nacional de Literatura en
2004, La experiencia sensible (2001), En otro orden de cosas (1998),
Urbana(2003) y Un guión para Artkino(2008); de los libros de poemas
Partes del todo(1991), Lo dado(2001), Canción de paz(2003) y Últimos
movimientos (2004); y de los volúmenes de relatos llamados cuentos
completos, Ejércitos imaginarios(1983), Pájaros de la cabeza(1985),
Restos diurnos(1993), Muchacha Punk(1998). Sus ensayos e
intervenciones de prensa fueron compilados en Los libros de la guerra
(2008). Su obra narrativa fue traducida al alemán, hebreo, francés,
inglés, portugués y chino mandarín, lo que refleja la gran
trascendencia de sus obras. En 2003 obtuvo la beca Guggenheim y en
2004 el Premio Nacional de Literatura. Fue columnista especializado
en temas de comunicación, literatura y política cultural.
Al igual que otros
escritores, Fogwill, fue más conocido luego de su muerte. De todas
maneras, algunos no entienden por qué su obra no trascendió aún
más. Y desde mi punto de vista, tiene todos los “requisitos”
para entrar en el canon literario, es realmente merecedor, se verá
luego que pasen algunos años, y Fogwill siga siendo leído, por sus
características tan propias, por su sinceridad, por su buena
literatura.
Tan directo, sin pudor,
tan Fogwill...
Uno de los escritores más
importantes de la literatura argentina contemporánea. Disparaba
veneno a los cuatro vientos
y no dejaba títere con cabeza. Tanto es así que, días antes de
morir por culpa de un enfisema pulmonar en 2010, nadie se atrevió a
pasar el mal trago de entrevistarle a su paso por el Festival Eñe de
Montevideo. Una máquina de generar incomodidades, no se callaba
nada, una voz en estado de guerra, alguien rebelde al que todos
temían cruzar, porque si algo fallaba, Fogwill estaba pronto para
hacerlo notar y pasar a líneas.
Sin embargo, un
periodista sí se animó, Gustavo Mota, quien vino directo de Madrid
para entrevistarlo a él, a Fogwill, únicamente para eso (lo que nos
da a pensar, qué poder tenía la escritura de Fogwill, su particular
personalidad). El escritor maldito no se lo puso fácil. Tres días
anduvo Mota con Fogwill aguantando sus gritos y ataques hasta que,
superada la prueba, surgió una complicidad paterno-filial que
desembocó en una enriquecedora entrevista.
La irreverencia en su
escritura, criticando irónica y malintencionadamente con su pluma
mordaz, que le permite, a pesar del paso del tiempo, permanecer
vigente, presentando así, una intuición al margen de modas
efímeras. “…deja como legado una veintena de títulos que
atraviesan todos los géneros pero que mantienen como marca
distintiva el sentido del humor y una prosa vertiginosa cargada de
referentes que funcionan para enriquecer lo que se narra y al mismo
tiempo reflejar la época en que fueron escritas.”. Famoso por
cierta gestualidad calculadamente excéntrica y por sus latigazos
provocativos, sobre todo hacia el gobierno, del cual no le importaba
que le dijeran luego, o que pasaría. La
provocación era su método para llegar a la verdad.
Un escritor valiente, un
escritor trasgresor, quien trata temas tabúes con verdadera
naturalidad, con lo que consigue generar una plena sensación de
libertad en sus lectores (digo en sus, ya que Fogwill no es para
cualquier lector, él elige sus lectores). Temas tabúes para aquel
entonces, que no es exento a nuestra realidad, ya que siguen
presentes, aunque no con tanta firmeza.
Es por eso que en la
época en que escribía, la gente se resistía a leerlos, por
diferentes motivos, ya sea por ser trasgresor, por su lenguaje común
o vulgar (que bien lo sabía exponer, porque atrás de ese lenguaje
vulgar, existe un escritor conocedor, culto), por su escribir tan
directo, y su crítica irónica hacia el gobierno, cada uno sabría
el “porqué no”. Cabe destacar que como a algunos no les gustaba
por cualquiera de los motivos mencionados anteriormente, a muchos
tantos más, les gustaba por esos mismos motivos, como dice el dicho
“sobre gustos no hay nada escrito”. En la actualidad, estaríamos
en la etapa de descubrimiento de Fogwill.
Este escritor además,
presentaba el “afán de banalizarlo todo con un gran sentido del
humor, huyendo de la solemnidad y la certeza absoluta”. Temas tan
importantes, minimizarlos, desvalorarlos, y hablarlos con
naturalidad, algo propio.de
él.
A los 10 años manejaba
un arma (un revólver Smith & Wesson), a los 12 tuvo su primera
moto, a los 15 su primer barco, a los 16 empezó a estudiar medicina,
su primera novia a los 17, a los 23 era sociólogo, estuvo preso, fue
adicto a la cocaína, a los 38 multimillonario, dueño de dos
empresas de investigación de mercado y publicidad, y a los 40 ya no
tenía nada, hasta su muerte siguió con su adicción a la nicotina.
En 1982 escribió Los
pichiciegos, considerada una de las grandes novelas argentinas y
dotada de algo que merodea toda su obra: el carácter anticipatorio
(el libro, sobre la guerra de Malvinas, fue escrito en los inicios
del conflicto pero anticipa no sólo la derrota sino el estado de las
tropas argentinas). Es decir, Fogwill es un adelantado. La idea
surgió cuando él al entrar cerca del anochecer, al apartamento de
su madre, la vio a ella, a su madre junto a la mujer que la cuidaba
ya que ella estaba enferma, parándose para gritar “¡nene hundimos
un barco!”, y él se imaginó enseguida a ingleses ahogados,
violetas, hinchados, flotando en el mar helados, confeso que un poco
se puso contento porque no estaba nada a favor de Inglaterra. Él
estaba a su vez escribiendo una novela, mala, según él, la cual
cerró con la frase “hoy mamá hundió un barco” y luego la tiró,
era como una especie de diario. Luego de eso, escribió la misma
frase en una página en blanco y comenzó a escribir lo que luego se
llamaría “Los pichiciegos”. A las doce horas estaba escrita la
mitad de la novela, dice Fogwill en una entrevista por Nostromo
—dizque sostenido por veintiún gramos de cocaína—.
“Lo que pasa es que
"Los Pichiciegos" es un libro concebido desde cierta
inmediatez que también quería ser una intervención. No solamente
lo escribís pegado a los hechos, sino que también estás queriendo
que el libro salga lo más pronto posible.” Destaco el escritor,
además de considerar como única novela, sobre la guerra de las
Malvinas, con derecho a existir.
“El provocador se peleó
con mucha gente: con las Madres de Plaza de Mayo, con Ricardo Piglia,
con las campañas a favor del aborto, con Beatriz Sarlo, con el
divorcio (él, que se separó muchas veces), con los propulsores del
matrimonio gay (el matrimonio es “la institución más mierda que
produjo la sociedad contemporánea”, argumentó), con Alan Pauls,
con la legalización de la droga (que no se privó de consumir).”
Fuente : Clarín .
El arte literario no es
usar las palabras justas, es demostrar que lo que uno hace, lo que
uno escribe es lo que uno quería ver escrito. Como en el arte de la
política, no es hacer la justicia es hacer creer que lo que se hizo
es lo justo, el poder de convicción.
Le gusta la literatura
que se impuso fuertes restricciones, pero no aquella que tiene miedo
neurótico de la palabra.
Cabe destacar, por otro
lado, que él no escribe para un público, dice escribir para no ser
escrito, dice que es más importante pensar que contar aunque
reconozca que la razón no se sostiene sin relatos.
En 1971 escribe un libro
de sueños, sueños propios “Son todos sueños míos, que anoté en
1971”, el manuscrito era ilegible. El confío estos papeles al
grupo mondongo, pero no salió nada de allí. Luego de su muerte,
estos manuscritos de Fogwill son publicados, con el nombre “La gran
ventana de los sueños”, por la editorial Alfaguara. “La gran
ventana de los sueños contiene sueños que contienen significados
que contienen reflexiones acerca del arte, la tecnología, el
capitalismo, el dinero, la masturbación.”. El registro implacable
de esa otra vida en la que se hundía noche a noche y de la que le
costaba tanto —tanto— emerger: despertar.
Su literatura era tan
propia, tan original...
Con el objetivo de
identificar lo que a su escritura caracteriza, a continuación se
presenta la colección de CUENTOS COMPLETOS,Fogwill, Santillana
Ediciones Generales, S.L, publicados por ALFAGUARA en 2011, meses
después de su muerte.
La obra se compone de un
prólogo, escrito por Elvio E. Gandolfo, seguido de Nota preliminar
del autor y comienzan los cuentos ordenados por efectos y tonalidades:
Dos
hilitos de sangre(1980)
Reflexiones
(1977-1978)
Otra
muerte del arte(1979-2007)
Efectos
personales(1978)
La
cola(1974)
Japonés(1981)
La
chica del tul de la mesa de enfrente(1978)
La
larga risa de todos estos años(1983)
Muchacha
Punk(1979)
Luz
mala(1981)
Llamándonos(1981-1982)
Música(1981)
La
liberación de unas mujeres(1977-1981)
Los
pasajeros del tren de la noche(1981)
Help
a él(1983)
Cantos
de marineros en las pampas(1998)
Restos
diurnos(1994)
Sobre
el arte de la novela(1982)
Camino,
campo, lo que sucede, gente(1983)
Lo
cristalino(2001-2002)
Memoria
de paso(1978-1979)
Se dice que algunos ellos
se incorporaran al canon de lo que es la narrativa breve.
Luego
de leer el Prólogo que reúne una idea general de lo que viene a
continuación en CUENTOS COMPLETOS, las obras que más impactan a
primera vista , en mi opinión, son “Muchacha Punk” y “Help a
él”. Las mismas en el prólogo se mencionan como “cuyas
primeras frases estallan como acordes de rock o de blues prometiendo
el viaje en vilo que, efectivamente, resulta su lectura” en
“Muchacha Punk”, e “insolente parodia de Borges, con desbordes
de sexo exasperado e intento de mirada cosmológica” y presencia de
“sexo espectacular” en “Help a él”.
Florencia Abbate,
extraído de revista Enie, señala “Si tuviera que presentar a
nuestro querido Fogwill, lo haría con tres libros: Los pichiciegos,
Muchacha punk y Vivir afuera. Con esos libros Fogwill consolidó lo
que podría llamarse un nuevo tipo de libertad de expresión en la
narrativa argentina: contar lo que no estaba contado, representar lo
impresentable, escribir siempre en contra de la corriente y contra
los presupuestos culturales que rigen lo que uno espera oír acerca
de ciertas cosas.”
El
cuento “Muchacha punk”, que recibiera el primer premio en un
importante certamen literario en 1980, Premio Coca-Cola, lo hizo
abandonar su carrera empresarial y comenzar, según sus palabras,
"una trama de malentendidos y desgracias" que lo llevaron a
su actual "oficio" de escritor. Este cuento, en primer
lugar lo publica individualmente, y luego se agrega a la colección
de cuentos completos.
Ya al comenzar a leer el
cuento de esta muchacha punk que tanto Fogwill menciona, te atrapa
sin dejar pasar a otro cuento sin poder decir “no esté mejor no,
pasemos a otro”, Fogwill tiene de todo, te atrapa con la primera
línea “En diciembre de 1978 hice el amor con una muchacha punk”,
lo que podemos definir como dice el mismo prólogo del libro “la
primer frase estalla como acordes de rock o de blues”, un comienzo
tan abrupto, que te hace pensar como seguirá el cuento pero Fogwill
no deja de sorprender, porque con tal comienzo te anticipa unas
líneas excepcionales, pero
luego, unas más adelante del comienzo, hasta él mismo se decepciona
y se lo aclara al lector, diciendo: “Primera decepción del lector:
en este relato soy varón”. Digo él mismo, porque quien narra es a
su vez un personaje, alguien que actúa dentro del cuento, un
narrador homodiegético. Al escribir primera decepción del lector,
hace a la idea de que ya él sabe que la historia que sigue, no es la
que quien lee se espera, es por eso que alude a esto como
“decepción”, que en realidad no lo es, es más bien, una
aclaración, de que el narrador es un varón.
Tras ese comienzo,
quizás, no se encuentra la obra excepcional, prestigiosa que tal vez
espera quien la lee, que presenta cierta simpleza, comparando
claramente, con esa frase inicial.
El cuento trata de una
persona argentina que se encuentra en una noche de invierno
londinense, con un frío que calaba los huesos, recorriendo las
calles sin rumbo definido. En medio de ese panorama se encuentra con
unas muchachas punk, de las cuales le gusta una de ellas. Al
encontrarse en una pizzería, The Lulu, termina en una mesa junto a
ellas, que al principio parecía que iba a fracasar su intento de
acercamiento, pero finalmente termina quedándose a solas con ella,
la muchachita punk, con rasgos aristocráticos, perfectos.
Inesperadamente, terminaron yendo a la casa de ella, de la cual
esperaba cualquier cosa, como la imagen que se imagina cualquier
persona sobre una persona punk, pensó que llegarían a un sucucho,
inundado de punks tirados, en el suelo, pasados de droga. Pero esa
imagen, al arribar en la casa, se modificó completamente, la chica
punk vivía en un piso “paquetísimo” frente a Hyde Park, quien
narra la historia describió todo el piso como una enorme mansión,
lo que lleva a la conclusión de que ella, era una chica rebelde de
una muy buena familia (económicamente hablando). Ella hospedaba a
raros punks en una sala, diciendo que eran “su gente”, él le
llamo, “mi humilde punk”. Pasaron la noche juntos, entre idas y
vueltas apreció la hermana con su novio, quienes eran todo lo
contrario a su muchacha punk. Él se marchó, volviendo al siguiente
día pero su muchachita punk ya no se encontraba en la ciudad. Antes
de él marcharse de Londres, paso por una tienda donde debía comprar
algunas cosas para su gente, y allí ocurrió el indiferente
desenlace, en una tienda de Londres, fastidioso, quejándose de los
londinenses “tardó casi una hora para encontrar un simple catálogo
de Webley&Scott. ¡Así les va! “.
Lo que realmente se
destaca en su lenguaje, es ese hablar liso, llano, pero con cierta
elegancia, con cierta sabiduría que solo él, y sus vivencias,
podrían llevar a cabo. Él realmente era un hombre culto, con muchos
conocimiento de varías ciencias, lo refleja en este libro por
ejemplo, biología, botánica, historia, literatura, filosofía,
entre otras tantas más. Pero también era un hombre con un lenguaje
irreverente, poco le importaba decir lo que realmente pensaba, poco
le importaba el respeto, cruel, mordaz con sus palabras lanzadas al
aire sin pudor alguno, por ejemplo cuando describía a las amigas de
su muchachita punk “La gorda, con sus pelos teñidos de zanahoria”,
“ otra de estatura muy baja y con cara de sapo, tenía pelos
teñidos de verde”, “Por suerte, la fea con cara de sapo…”, y
así mismo presentaba a lo largo de todo el cuento un muy buen
sentido del humor descarado, criticando a su vez, “Habló la punk
con pájaro, la sapifacial:...”. Fogwill en un mismo párrafo te
genera distancia por su vocabulario irrespetuoso, y discriminador,
pero a su vez mezcla lo romántico, cuando alude a su muchachita
punk, como una musa, como algo perfecto: “dijo la gorda mirando
fijo a la de cara de sapo que hamacó su cabeza como si confirmase la
más elaborada teoría del universo. Entonces habló por vez primera
y sólo para mí mi muchacha punk. Tenía la voz deliciosa y tímbrica
en este párrafo:
Muchacha punk es una
parodia de los punk a su vez. La imagen “universal”, “general”
que el mundo tiene sobre los punks, no es aquella que desenlazará a
ser la muchachita punk a quien el personaje-narrador se refería.
Aunque eso fue después de conocerla
Antes sí, él no sabía como acercarse ya que en primer parte no son muy amigables, por otro
lado según él, hablaban un “slang” que él no entendía, la
ropa que los punks usan, suelen llamar la atención(por raro),
oscura, combinaciones de texturas raras, cosas pinchudas, aretes,
piercings, pero sobre todo no muy amigables. El personaje masculino,
tardó varios minutos en decidirse para acercarse a las tres
muchachas en aquella pizzería llamada The Lulu, temía fracasar.
Pero tenía en mente, fijo, su objetivo, conocerla a ella, a su
muchachita. Esa muchachita que luego de intercambiar pocas palabras,
y observarla bastante, no resulta ser cualquier punk. Presentaba
rastros aristocráticos, que es poco común que se adjudicara a este
tipo de gente, además de describirla por “excelencia”, como
etérea, es decir, intangible, poco definida pero a su vez, sutil,
sublime. Sus joyas, que bien describe, porque Fogwill, es de
escritura vertiginosa, pero para en los detalles que para él son
importantes, que enriquecen el cuento, sus joyas entonces, de oro 18
kilates, un piercing en la nariz, que a través de unas cuerdas
llegan a su oreja. Alguien bien limpio, algo que él realmente no
esperaba, y supuso que tampoco el lector, por lo cual vuelve a
aclarar: “Tercera decepción de narrador: mi muchacha punk era tan
limpia como cualquier chitrula de Flores o de Belgrano R. Nada
previsible en una inglesa y en todo discordante con mis expectativas
hacia los punks.” En esta última expresión, también se puede
identificar ironía, porque los ingleses no son conocidos como
“sucios”, solo que Fogwill por temas políticos, por tema de las
Malvinas, los consideraba siempre con adjetivos poco deseados.
Más ironía en el
cuento, mientras ellos; la muchacha punk, y él personaje masculino,
se encontraban acostados en la cama de su hermana, ahora ella
dormida, y él leyendo libros aprece la hermana de su punk “Andaba
en eso cuando llegó la hermana de mi muchacha punl con su novio. La
chica dijo llamarse Dianne y era naturista marxista, estudiaba
biología, odiaba las drogas, despreciaba a los punks y no tomó nada
bien que estuviésemos acostados en su cuarto pero disimuló”,
tomando como algo común que alguien entre a su cuarto y encuentre a
un desconocido acostado con su hermana punk, perteneciente al grupo
que la misma persona desprecia, y todavía, éste espere una buena
reacción, encontramos entonces, a Fogwill, con su banalización
inconfundible.
A lo largo de todo este
cuento, encontramos el lenguaje predilecto con cierta elegancia por
momento “Yo preferí no tomar el partido de sus padres, pero
tampoco quise comprometerme dando a su posición un apoyo del que, a
mí, moralmente, no me parecía merecedora. Entonces la besé” , y
con cierta vulgaridad por otro “la gorda pelo de zanahoria”
“hijos de perra malolientes”, escritura llana, lisa, directa.
“Las sábanas eran más
suaves que las del mejor hotel que conocí en mi vida!, yo, que por
mi antigua profesión solía camuflarme en todos los hoteles de
primera clase y hasta he dormido – en casos de errores en las
reservas que de ese modo trataron los gerentes de reparar- en suites
especiales para noches de bodas o para huéspedes VIP, nunca sentí
en mi piel fibras tan suaves como las de esas sábanas de seda suave,
que olían a lima o a capullito de bergamota en vísperas de la
apertura de sus cálices.”, por esta última cita, y por varias
identificaciones mencionadas lo largo de este análisis, anteriores y
posteriores, es que cabe el preguntarse, por parte del lector, si el
personaje es alter-ego, un personaje de ficción cuyo comportamiento,
lenguaje o pensamientos intencionalmente representan los del autor.
Leyendo sobre su vida por un lado, y leyendo sus obras por otro, te
das cuenta que el volcaba su vida al escribir, sus adicciones, a la
droga, al sexo, entre otras cosas, se reflejan en lo que escribía.
En una entrevista su hijo
dice “Cuando yo era chico no podía decirles a mis amigos “vengan
a casa a jugar”, porque era un kilombo. Había rifles de aire
comprimido, abrías un cajón y había cincuenta vibradores. Era un
tipo sin filtros, muy pendiente de la sexualidad.”
Además, del hablar
común de él, por ejemplo, a los integrantes del grupo mondongo les
dijo en una ocasión “Ustedes son unos soretes, unos hijos de
puta, me hicieron para que se me viera el enfisema”, luego de ver
el enorme retrato de él hecho con hilos que se encontraba en un
taller de Palermo. Esas similares expresiones que se encuentras por
ejemplo en Muchacha Punk “hijos de perra”. Por otro lado, cuando
aludia a su País, a las ciudades o provincias, la líneas recuerdan
a Fogwill en persona “He elegido Rosario para no citar tanto a
Buenos Aires. Querido.” “desfigurando aún más la horrible
imagen de mi partia que desde hace un tiempo inculcan a los jóvenes
europeos”. Y por último, vemos mencionado, en repetidas ocasiones,
diarios que están a disposición del gobierno, a quién Fogwill no
tolera, no respeta pero sí critica, en su vida real, y a través de
su escritura, por eso es que también da a pensar que es Fogwill el
personaje-narrador de Muchacha Punk. “Y en mi laburo... Yo había
salido de la cana, y me tomaron como director creativo de la agencia
de publicidad que era de la familia del presidente (Roberto) Viola,
que ostentaba todas las cuentas publicitarias de las empresas
intervenidas por el gobierno. El presidente de la agencia era un
amigo de Viola, y el vicepresidente era además el vicepresidente del
Banco Central en ese momento, el brigadier Cabrera. Entonces, la
agencia era también un lugar donde se reunían los generales a
charlar boludeces, a tomar whisky, y a hablar sobre cómo iban a
ganar la guerra. Una vez, incluso iba en remís con el brigadier
Cabrera, pasamos por la estación Constitución, para tomar lo que
después fue la autopista. Y le digo: "Qué buena arquitectura".
Me dice: "Sí, es maravillosa". "¿Sabe quién tiene
los planos de esto? ¿Sabe dónde están?" "No", me
contesta. "Ah, le aviso que están en el Banco Lloyds de
Inglaterra; porque esto está asegurado en Inglaterra. Y ellos lo
pueden hacer mierda en un minuto. Y ustedes no saben dónde están
los caños.”
Era muy común la
expresión “Hijos de perra” en ella, para expresarse a gente
cercana que en verdad a veces la fastidiaban, por ejemplo, sus
padres, quienes le enviaban 50 libras semanalmente para sus gastos
personales, o cuando se refirió a sus amigas quienes dejaron un
tercio del total de la cuenta cuando estaban en la pizzería.
Entonces él, antes de marcharse de la habitación donde dormían, le
dejo 50 libras, porque seguramente su muchachita, quien tiene una
cicatriz a la que mucho cuida, en su mejilla izquierda, iba a
quejarse de que por su culpa iba a tener que gastar 25 libras en
hacerse el service, ya que el roce de la barba del personaje
masculino hizo que su cicatriz perdiera color y se apelmazara. Lo que
expresó a través de un humor rebuscado que bien lo caracterizaba a
Fogwill, “Actué como hombre y como argentino y aunque nadie atine
nunca a determinar que espera un punk de la gente, yo no podía
permitir que al otro día mi muchachita se amargase y anduviera por
todas las discotheques de Londres insinuando que nosotros somos unos
hijos de perra que perturbamos sus cicatrices y no pagamos el
service,…”. En esta última cita, continua la ironía, al tratar
a los punks como otra cosa, pero no como gente, y además de
adherirle al texto más humor con palabras en inglés.
Además de ser un
narrador intradiegetico, es un narrador que interactúa con el
lector, es una estrategia narrativa utilizada por varios escritores.
Interactúa por ejemplo cuando hace un juicio de valor de su propio
cuento al marcar las decepciones que sufre el lector a lo largo de la
historia, que ya fueron mencionadas anteriormente, pero además, en
la escena que se encuentran en la pizzería, él y Coreen, la
muchachita punk, “y sin mirarme tomó un sorbito de aquella mezcla
de Coca-Cola y Chianti que estuvo preparando en la página anterior,
pero que yo, con esta prisa por escribirla, había olvidado
registrar”, donde él, hace un paréntesis para explicar al lector,
que olvidó mencionar algo, y seguramente ese lector, se lo estaría
preguntando, ¿Cómo debía saber yo que estaba tomando la muchacha
punk?, es decir hay una conexión narrador- lector, que hace que de
vez en cuando el narrador tome el papel del lector, reflexionando el
pensar del lector.
En esta obra, nada escapa
a la realidad, ni el ambiente, ni las personas, ni los hechos.
¿Por qué los punks son
un tema recurrente en Fogwill?, tal vez porque se identifica con
ellos. El mismo espíritu de libertad, de trasgredir, de rebeldedía,
y de locura que él tenía. En el caso de Muchacha Punk, bien se
sitúa en Londres, donde la moda o movimiento Punk surgió en la
década del 70. Lo que realmente veía en los punk, era libertad,
libertad de expresión, eso que a él, a Fogwill, lo llenaba
plenamente, como dice Florencia Abbate en su artículo “realismo
punk”, “consolidó
lo que podría llamarse un nuevo tipo de libertad de expresión en la
narrativa argentina: contar lo que no estaba contado, representar lo
impresentable, escribir siempre en contra de la corriente y contra
los presupuestos culturales que rigen lo que uno espera oír acerca
de ciertas cosas.”
Rodolfo Enrique Fogwill,
es un escritor tan actual, que poca crítica se encuentra de él.
Pero no es motivo de desanimarse, si se quiere conocer de él, basta
con leer una de sus obras y darnos cuenta como es, que
características presenta. Por ejemplo, al abordar Muchacha Punk,
también se destaca la descripción
detallista del tiempo, del ambiente, de las personas y sus atuendos,
gestos y demás, es decir, se toma su tiempo para explicar todo al
lector, no dejando que pierda el hilo conductor e imagine toda la
escena. Por otro lado, repite descripciones continuadamente. “el
frío que calaba los huesos”. “mi muchacha punk”.
Al ser un autor tan
culto, inteligente, dentro de ese lenguaje tan directo, se ecnontraba
mucho conocimiento, de historia, relaciona, cita hostorias y a gente
importante.
Encontramos también,
preguntas retoricas como por ejemplo ¿Cómo sería mi muchacha
punk?, ¿Sería inglés?
Si se leen varias obras
de él, se verá que ninguna carece de situaciones pasionales, de
erotismo, de adicción, entre otros temas recurrentes en él, pero
sin embargo, también el amor es uno de los temas recurrentes en su
narrativa: "No sé qué es el amor, pero sé que si hay algo que
te puede salvar es el amor. Creo que tiene que ver con el amor
propio, una cuestión neurofisiológica que te produce una sensación
de totalidad; nada lo puede remplazar", definió en una
entrevista.
Finalmente, esta historia
desenlaza como ningún lector se imagino, como ya se dijo en el
argumento, él en una tienda buscando catálogos de armas y artículos
de caza, quejándose de los ingleses por lo mal que atienden,
obviamente, nada a favor de ellos, terminando con las líneas “No
era antipático aquel mulato hijo de mil perras, pero, como todo
propietario de comercio inglés, era petulante y achanchado: tardó
casi una hora para encontrar un simple catálogo de Webley y Scott.
¡Así les va!”. Es un final que desconcierta a quien lee, ya que
anda tiene que ver con el verdadero hilo conductor de la novela, con
el eje central. Tal vez, un final esperado, era el reencuentro con su
Muchacha Punk, o una carta, algo más predecible. Claramente, esto lo
espera alguien que todavía no conoce bien a Fogwill, porque si lo
conociera, diría que es bien suyo, lo que provoca, lo que produce
ese Fogwill excéntrico.
Hasta el final, Fogwill
mantiene las características mencionadas anteriormente,
principalmente, su lenguaje directo, llano, con el cual te mataba y
si él lo deseaba, te renacía.
Me interesó también,
abordar otro de sus cuentos, como lo es “Help a él”, porque
impacta tan solo con leer el título, sólo que en este caso, no
entré en la historia con la profundidad que entré en Muchacha Punk.
Help a él, insolente
parodia del cuento aleph de Borges, presenta el mismo comienzo y
además, el nombre del personaje principal femenino se origina de un
juego con el nombre del personaje femenino de la obra de Borges.
Parodia calculada, estructural, toma lo que en el aleph era una
descripción visual y lo proyecta en el plano táctil. Donde te
encontras siempre caminando por el filo que separa lo pornográfico
de lo erótico.
Lo más fuerte que hay en
esa trama que escribió el y escribió Borges, es lo que escribe
Borges. Lo que más elogiaron de “Help a él” es el comienzo, y
el comienzo es el mismo que el Aleph, mucho mejor de lo que viene
después.
No busco ni proyecto sus
experiencias en algo psicodélico sino que en algo psicoactivo,
encuentra el aleph en el centro, la imagen del feto, el recuerdo del
feto que fue el narrador, manipulando el cordon y descubriendo que si
apretaba fuerte con la mano el cordón, su cerebro dejaba de recibir
sangre, y se desvanecia y al desvanecerse soltaba la mano y ese juego
era la masturbación, era lo que practicaba en el seno de su madre.
Señala el provocador en una entrevista por Nostromo.
Pienso que Fogwill
debería ser más leído, es fuerte, es decir, causa sensaciones
fuertes. Provoca, con su lenguaje tan directo que a la vez contiene
humor, sentido del humor que bien identifica a Fogwill. Es realmente,
una escritura atrapante, próximamente, leeré más de sus obras,
porque eso es lo que en fin, te deja su lectura, ganas de seguir
leyéndolo.
ANEXOS
Fogwill, el último
provocador.
Por: DIEGO ERLAN
No debería escribirse
sobre las personas que se han muerto. Ni sobre las personas que no
parecen personas porque son escritores singulares y de algún modo
esa clase de escritores necesitan cierta experiencia de humanidad
para poder escribir.
Digamos mejor que no
debería haberse escrito sobre Fogwill. Sobre la muerte de Fogwill.
Porque escritores como él parecía que no podían morirse.
Y sin embargo se murió
el sábado. Su humor negro lo hacía decir que tenía un "enfisema
terminal" a causa del cigarrillo.
Tenía algo inhumano.
Quizás el humor negro, las frases picantes hacia cualquier mina con
la que pudiera cruzarse, la lectura despiadada hacia amigos y
enemigos, los ojos desorbitados o la manera que tenía de inclinar la
cabeza hacia atrás, mover la boca y de fruncir el ceño. "¿Qué
hacés acá?", decía en un tono medio compadrito, medio cabrón
cuando te encontraba en algún lugar en el que no deberías estar.
Como si lo persiguieras.
La última vez que lo
encontré fue en Montevideo. Había sido invitado a un festival de
literatura organizado por los españoles de La Fábrica para que
diera una conferencia: "Ahora hablemos de mí". El chiste
estaba en el "ahora", pero ni bien empezó esa charla dijo
que nadie lo había entendido.
Tenía
un gorro de lana, una pesada mochila llena de libros, estaba ansioso
por conocer a Yuri Herrera, un autor mexicano que le había
encantado. "¿Sabés dónde está?", me preguntó al bajar
del ascensor en el tercer piso del Centro Cultural de España.
Así era Fogwill. El
autor de Los
pichiciegos
o Muchacha
punk
aceptaba una invitación al frío de Montevideo para conocer a un
autor que tenía sólo dos novelas publicadas. Así era. Y aparentaba
ser una estrella de rock interesada sólo en el cachet. Al bajar del
ascensor, se ubicó en una mesa de la confitería porque no había
desayunado y tenía hambre. Pidió canelones en salsa rosa, un agua
mineral, lanzó tres o cuatro dardos a una de las mozas y le dijo a
Yuri Herrera que se fijara en la piel de esa mujer, de esa, no de la
otra, que eso era lo que le encantaba de las mujeres: la piel. Al
rato discutió con una de las chicas de la organización: le habían
asegurado que lo esperaría un chofer en el puerto con su cachet en
pesos uruguayos y ni el chofer ni la guita estaban cuando llegó su
barco. Estaba indignado.
Y se puso peor cuando se
enteró de que a Herrera no le pagaban ni siquiera las comidas.
Fogwill dijo que si no le solucionaban el problema, subía al primer
barco que zarpara para Buenos Aires y escribiría en contra de ellos
durante un mes. Una carrera de director de encuestas de mercado y
opinión pública le había enseñado que la gente no sabe lo que
hace, no dice lo que sabe y jamás hace lo que dice. "Soy uno de
ellos", escribió en un autorretrato del año 1998.
Al escuchar los gritos
del escritor maldito, del hombre de ojos desorbitados y gorro de
lana, la chica de la organización subió a su oficina, hizo dos,
tres, cuatro llamados y al conseguir el dinero, suspiró: "Habemus
Fogwill".
Fragmento de “REALISMO
PUNK” por Florencia Abbate.
Los autores que empezamos
a publicar a fines de los 90 le debemos mucho a la obra de Fogwill.
Siempre me pregunté por qué se tomaba la molestia de leer nuestros
textos y criticarlos vía mail. Tal vez porque, como buen escritor,
era un lector voraz; o tal vez porque sentía afinidad hacia los
jóvenes como hacia los marginales. Y acaso también para constatar
que su obra podía jactarse de ser más joven que la nuestra puesto
que la juventud, como sabía Gombrowicz, es ante todo una actitud, y
cerciorarse de que ella quedaría flotando en el tiempo como un mito
anarquista.