ROMANTICISMO
El Romanticismo es
un movimiento cultural originado en Alemania y en el Reino Unido a
finales del siglo XVIII y que se extiende y abarca durante casi siglo
y medio toda Europa. Surge como una reacción revolucionaria contra
el racionalismo de la Ilustración y el neoclasicismo, confiriendo
prioridad a los sentimientos. Sus bases teóricas están dadas por el
poeta francés Victor Hugo, en el prefacio de su obra Cromwell.
El artista romántico
se consideraba ajeno a aquella época cambiante y cruel, ajeno al
gusto burgués que comenzaba a imponerse en la sociedad, ajeno a un
mundo para él absurdo que estimulaba su soledad, su melancolía, su
pesimismo y su angustia metafísica.
Estos sentimientos
configuran en el escritor romántico una serie de características.
El romántico imponía derecho a su yo, a su personalidad, desde
donde ve todas las cosas. Al proyectarse fuera de sí mismo, el
romántico encuentra su escenario más adecuado en la naturaleza que,
a través de los siglos, sigue siendo igual a sí misma, en
contraposición de las ciudades. En las obras de escritores
románticos, es notable como la naturaleza deja de tener valor
objetivo para depender de sus estados de ánimos, es en esta época
donde mejor se puede hablar del “paralelismo psicocósmico”
(paralelismo entre el yo y el universo).
Teniendo en cuenta
los sentimientos que experimenta el romántico, es fácil deducir que
el romántico no ama el tiempo que le tocó vivir. La consecuencia
significa una evasión tanto temporal como espacial de la realidad;
evasión hacia lugares lejanos, apartados y exóticos o hacia épocas
pasadas, como la Edad Media, dejada de lado por el racionalismo
ilustracionista.
Es solo a través de
la generación romántica que el poeta está totalmente solo frente a
una sociedad que lo rechaza. Solo con el Romanticismo la soledad y
falta de recursos del escritor se hacen reales y no solamente
literarios. Porque desde el siglo XIX ya no existirán los artistas
cortesanos ni los protegidos por un grupo de poderosos o influyentes.
Ahora el artista se forma aparte y hasta en oposición al gusto de la
época.
Charles Baudelaire
fue un poeta y traductor francés. Nació en París en 1821 y murió
allí mismo en el 1867, a los 46 años de edad. La aparición tardía
dentro del Romanticismo de su libro “Las flores del mal” hace
imposible concebir a la figura del poeta dentro del Romanticismo
propiamente dicho. De acuerdo a su ubicación temporal, podríamos
clasificar a Baudelaire como poeta post-romántico; se ha dicho de él
que es el último de los poetas románticos y el primero de los
modernos.
Publicada
en 1857, la primera edición de “Las flores del mal” era muy
distinta de la que se conoce actualmente, algunos poemas fueron
agregados y otros censurados, lo que en consecuencia hizo que la
continuidad presente en la disposición original de los poemas no
resultase ser tan evidente en ediciones posteriores. Baudelaire, tras
la censura de algunos de sus poemas argumentó que su obra debía ser
juzgada en su totalidad, no siguiendo un orden cronológico, sino un
orden de finalidades, como el lo propuso en su primera edición.
Desea que reconozcan que su obra no consiste en un simple álbum,
sino que el libro tiene principio y fin.
La
obra tal como se conoce actualmente, presenta una dedicatoria al
poeta Theòphile Gauthier al principio, seguida de un poema
introductorio “Al lector”. “Epígrafe para un libro condenado”
es el poema que da cierre al libro, entre éste
y “Al lector” aparecen seis secciones: “Spleen e Ideal”;
“Cuadros parisinos”; “El vino”; “Las flores del mal”;
“Revolución” y “La muerte”. La segunda sección fue agregada
en la segunda edición del libro; no figuraba en la primera de 1857.
Baudelaire
defiende que en el Hombre actúa un doble impulso, uno ascendente
hacia el ideal, la pureza, y otro descendente, destructor, hacia el
mal. Dice que se siente dividido entre el deseo de elevarse y la
alegría de descender, el gusto por la destrucción. Se
ve simultáneamente atraído y rechazado por esos extremos, y
encontrándose atrapado en tal situación, se inmoviliza y
experimenta un horror estático, sentimiento que describe el término
“spleen” utilizado por el autor en “Las flores del mal”. El
spleen pues, es el tedio como vacío espiritual, hastío de vida,
pero que incluye el asco de sí mismo y se puede describir como una
inmóvil e impotente desesperación. Para huir de esa situación
insoportable, Baudelaire en su vida intenta hundirse en el placer, ya
sea mediante la embriaguez debida al vino o al hachís (producto del
cannabis), intenta extraviarse en estos llamados por él “Paraísos
artificiales”, que adormecen los sentidos y provocan un olvido. Sin
embargo descubre esto no alcanza porque el dolor es más profundo y
el placer resulta pasajero y, en consecuencia, el spleen atrapa
nuevamente.
La naturaleza no constituye tema de su escritura, es más, cuando en
alguna ocasión alude a ella no es objeto de veneración. En una
carta escrita al editor Fernand Desnoyers, que había pedido a
distintos autores poemas sobre la naturaleza, Baudelaire afirma: “Me
es imposible escribir versos en elogio de la naturaleza”, y
en su lugar, le entrega el poema “El Crepúsculo de la tarde” el
cual actualmente encontramos contenido en la sección “Cuadros
Parisinos”.
El
poeta
opta por trasladar su escenario de la naturaleza a la ciudad. Dice
Walter Benjamín, crítico literario alemán nacido en 1892:
“Baudelaire
va a hacer botánica al asfalto”. Este
traslado de escenario surge de la posición del Hombre en medio de la
nueva civilización, de su sentimiento cada vez más profundo de
soledad, de la creciente deshumanización de ese nuevo mundo con toda
la artificialidad, de sus ciudades, su alejamiento de la naturaleza,
trastocados por la luz artificial, la vida nocturna. Pero, al mismo
tiempo, la ciudad, ejerce una atracción misteriosa que fascina al
Hombre. Baudelaire explica que la “modernidad” es la facultad de
ver en la gran ciudad, no solo la decadencia del Hombre sino también
una belleza misteriosa que resulta atractiva. Para el poeta surge
entonces la posibilidad de convertir en obra de arte la causa de su
angustia. Por otra parte, y en contribución, la poesía tiene para
Baudelaire el privilegio de convertir lo feo, al expresarlo
artísticamente, en belleza.
En
su poema “El Crepúsculo de la tarde” Se presenta la figura del
poeta bajo el hábito de “flâneur”, el paseante aparentemente
ocioso que callejea por la ciudad, observa y luego escribe. Decidió
abandonar el lenguaje parnasianista elevado y usar términos
vulgares, lo que constituirá en el modernismo una de sus
características, puesto que sus escritos fueron dirigidos a un nuevo
público. El nuevo público, el público moderno, eran precisamente
las masas ciudadanas. El género de experiencias que ellas vivían,
por el simple hecho de ser habitantes de la ciudad (seres anónimos,
que se cruzan sin entablar relaciones), debía ser para ellos algo
común. El poeta urbano quería que su poesía fuese espejo para sus
protagonistas, convertidos, a la vez, en lectores de sus propias
vivencias.
La
multitud que está siempre presente en sus obras es siempre la de la
metrópolis superpoblada y ofrece el aspecto de algo indiferente. La
soledad del Hombre en medio de la multitud y el carácter amenazante
de ésta, fue tratado por Edgar Allan Poe en su cuento: “El hombre
de la multitud”. Tras la lectura de este cuento, queda en evidencia
como los principales argumentos de Baudelaire sobre el arte y las
nuevas formas de habitar la ciudad moderna encuentran en el relato de
Poe una significativa fuente de inspiración. Baudelaire muestra la
experiencia de inmersión en la multitud amenazante, pero a
diferencia del narrador en el relato de Poe, en él el poeta se ve
afectado por su aspecto amenazador. “Recógete,
alma mía, en tan grave momento, y cierra tus oídos a ese
desbordamiento”.
“Al
principio, mis observaciones tomaron un giro abstracto y general.
Miraba a los viandantes en masa y pensaba en ellos desde el punto de
vista de su relación colectiva. Pronto, sin embargo, pasé a los
detalles, examinando con minucioso interés las innumerables
variedades de figuras, vestimentas, apariencias, actitudes, rostros y
expresiones”(El hombre de la multitud). Baudelaire
también describe personajes, pero a diferencia de Poe, sus
personajes, según estudios de su biografía, en ocasiones responden
a hombres y mujeres reales, que él conoció y con los que compartió
sus noches de bohemia. En “El Crepúsculo de la tarde” se limita
a nombrarlos “Las
mesas públicas donde el juego hace primores, de rameras colmadas, se
ven y estafadores, y pronto van también a empezar los ladrones, su
trabajo nunca conoce vacaciones”.
Tras
muchas horas de observación, el narrador de “ El
hombre de la multitud” descubre a un anciano decrépito al que
decide primero vigilar atentamente y luego seguir. Algo en su actitud
le llama la atención. Cada vez que las calles empiezan a vaciarse de
gente, el anciano parece sentir una inquietud y angustia crecientes y
busca desesperado otro lugar en el que encontrar multitudes, o al
menos una cierta densidad de ciudadanos. Así llega a los barrios
bajos de Londres, y allí, rodeado de gentes que a otros asustarían,
el anciano recupera sus fuerzas. En medio de la multitud las
necesidades del Hombre persisten, pero las posibilidades de
establecer un contacto humano duradero disminuyen. Al aumentar los
estímulos se multiplican los encuentros casuales y por lo tanto la
imposibilidad de una profundización de estos se vuelve más
hiriente. La sensación de estar necesariamente en relación con los
otros, se debilita poco a poco por el funcionamiento sin roces del
mecanismo social.
Pablo
Neruda, poeta chileno nacido en 1904, también escribe bajo el hábito
de flâneur en su poema “Walking Around”, perteneciente al libro
“Residencia en la tierra”. A lo largo de todo el período de
composición de la obra, Pablo Neruda vive una situación de
dificultades económicas, descontento con su realidad y profunda
soledad; estas circunstancias se reflejan en su poema. Desde el
título se anticipa el sentido general del poema. La expresión
inglesa “walking around” tiene el significado de transitar sin
rumbo, vagar. De la misma manera, a lo largo del poema el yo lírico
transita en el mismo escenario que en ambos relatos anteriores, y a
través de ese transitar va a redescubrirse y reconocerse a sí
mismo.
Con
lo visto hasta ahora, no es difícil deducir que los lugares
preferidos del flâneur son sin duda “los pasajes”, rincones que
inspiraron a no pocos escritores quienes al igual que Baudelaire, Poe
y Neruda hicieron de ellos escenarios de sus historias: Julio
Cortázar, Walter Benjamín, Luis Aragón.... En los pasajes se
suceden lujosas tiendas, terrazas de cafés, oficinas de trabajo,
kioskos de revistas y libros, etc. Neruda nombra varios de estos
sitios en su poema: “Sucede
que entro en las sastrerías”; “El olor de las peluquerías”;
“a ciertas zapaterías con olor a vinagre”.
Ese lugar, a medio camino entre la calle y el interior, es el hábitat
ideal para el paseante, le suministra temas de observación y
experiencia emocional continua.
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